domingo, 17 de junio de 2018

Buenas noticias para Anaya: ¡Ganó el Tri!

Hace unas horas, la selección mexicana de fútbol venció a la alemana por marcador de 1 a 0, a pesar de las muy bajas probabilidades.
Como la cochina política se ha de meter en todo, no tardó en meterse en esto también. Casi de inmediato circulaban en redes sociales expresiones como esta:

Si el anterior se limita a sugerir que ser el preferido no necesariamente garantiza el triunfo, el meme de abajo de al tiro parece afirmar que si eres el preferido, entonces vas a perder:


Esto ha provocado la respuesta de gente enterada en estadística, que nos aclara que nada que ver, que el triunfo de la selección mexicana y el triunfo de López Obrador son "eventos independientes". Dos eventos A y B son independientes si la probabilidad de que ocurra A es la misma cuando ocurre B y cuando no ocurre. En términos coloquiales: "nada que ver". En cambio, el evento "que usted no se haga maje y se presente a la casilla a votar" tiene alguna relación con el evento "llueve a cántaros": si llueve a cántaros la probabilidad de que usted cumpla con su responsabilidad cívica es sensiblemente menor que si el clima no es tan adverso (¡y eso!).
Así, antes del partido el agregador Oraculus  daba a López Obrador una probabilidad de triunfo de 95%. Si se trata de eventos independientes, después del partido dicha probabilidad es, ceteris paribus, exactamente la misma.
Podría ser que los seguidores de Anaya o Meade sencillamente estén tomando las cosas en sentido motivacional en vez  de predictivo: la ventaja de López Obrador es muy amplia y el triunfo de un equipo mediocre frente a un rival aparentemente imbatible les parece inspirador. Si este es el caso, parece un poco mezquino ponerse muy técnico.
Pero por lo demás, la objeción es muy razonable. Finalmente, ¿por qué el desempeño de la selección, por una vez en la vida aceptable, tendría que influir en el resultado de la elección? Es decir, tanto las decisiones estratégicas del equipo técnico como los años de entrenamiento de los jugadores individuales parecen tener una relación remota, si alguna, con las decisiones de los políticos y las políticas publicas que afectan más directamente cómo votamos.
Aunque tal vez a los votantes no les parece tan obvio, y entonces los resultados de la elección no son técnicamente independientes con respecto a la suerte de la selección en el mundial. Resulta que juzgar el desempeño del gobierno para definir premios y castigos electorales no siempre es fácil. Por esa razón, parece ser que una porción considerable de los votantes se centra en sus propias sensaciones de bienestar aún si estás son causadas por hechos en los que el gobierno no tuvo ninguna influencia. Se ha detectado, así, que la votación por el partido en el gobierno se ve influida por ataques de tiburones, los resultados de la lotería, y, sí, los resultados de eventos deportivos (aquí, aquí, aquí, aquí y, sobre su impacto en los conflictos sociales, aquí).
La influencia electoral de hechos que no son realmente indicativos de la competencia de nuestros gobernantes reduce la eficacia de los votantes para controlar a los gobernantes mediante las elecciones. Dicho esto, de los estudios mencionados se desprende que sucesos como el triunfo de la selección generalmente favorecen al partido en el gobierno, especialmente cuando son inesperados (como claramente es el caso), pero este efecto es normalmente reducido (de hasta dos puntos porcentuales) y de corto plazo. Es decir, para alterar el resultado, el triunfo de la selección tendría que haber sido en una fecha más próxima a la elección, en un escenario en el que el primero y el segundo lugar están muy próximos y el segundo lugar es el PRI. 
Aún así, el punto a destacar es que, por insensato que nos parezca que los eventos deportivos tengan relación con los resultados de las elecciones, no se puede dar por descontado que se trata de eventos independientes.


P.S. Decía Fukuyama que para buena parte de las críticas a "The end of history and the last man" la respuesta adecuada es "si vas a juzgar un libro, tendrías que leer algo más que el título". Guardadas las proporciones y sin pretender otra similitud con el gran politólogo, estoy pasando por una experiencia similar. El post ha recibido algunas críticas que propiamente aplican al autor anónimo del meme que motiva este post. En el fondo es un alivio: siempre es mejor eso que una crítica inteligente y dirigida al centro del argumento. En fin, lo lamentable del asunto es que algunas de estas críticas guiadas por la pereza son dirigidas a mi institución, FLACSO, por hacerme el favor de repostear desde su perfil de FB.
El post se queda como está, pero la lección es esta: considerar que el título y la primera imagen es todo lo que necesita mucha gente para sacar sus conclusiones.

sábado, 5 de mayo de 2018

El presidente más viejito

Andrés Manuel López Obrador nació el 13 de noviembre de 1953. Si gana las próximas elecciones (o, como prefieren decir sus seguidores, “si no hay fraude en las próximas elecciones”), tendrá 65 años cumplidos al asumir la presidencia. Esto lo convertirá en el presidente con mayor edad al asumir el puesto desde la renuncia de Porfirio Díaz en mayo de 1911.
En un período de tiempo más amplio, han tenido una mayor edad Benito Juárez al asumir su quinta presidencia (65 y seis meses), Porfirio Díaz en su cuarta presidencia (66 años) y las demás y, por último, José Ignacio Pavón, con 69 años cuando fue presidente entre el 13 y el 15 de agosto de 1860.
Entonces, de verificarse su triunfo, y si no ocurre una catástrofe, López Obrador será el presidente con mayor edad al asumir la presidencia por primera vez y en ejercerla por más de dos días en la historia del país.
Como todo le critican al hombre, me apresuro a aclarar que este dato sobre la edad me parece, en principio, una simple curiosidad. Pero la identidad del aún campeón en este torneo de longevidad podría servir como argumento para quien quisiera afirmar que esta edad es una ventaja.
López Obrador ocuparía el puesto que hoy tiene Adolfo Ruiz Cortines, que tenía 62 años cumplidos al protestar como presidente para el período 1952-1958. A mi juicio, fue uno de los mejores presidentes que ha tenido el país, y sin duda el mejor presidente postulado propiamente por el PRI.
Ruiz Cortines es principalmente recordado por presentar la iniciativa por la que el derecho al voto se hizo universal, al incluir a las mujeres. Sin demeritar, esa no fue la única innovación de su gobierno. Se trataba de un político astuto, más preocupado por la eficacia y los resultados de sus acciones que por el engrandecimiento de su imagen (el absoluto opuesto de López Portillo). Posiblemente esta poca preocupación por su persona contribuyó a que en lo posterior no se valorara adecuadamente su presidencia. Por ejemplo, a José Agustín le parece fácil desdeñarlo como el "viejito de las pasitas" y burlarse de sus moños (como si los moños no fuesen lo máximo).



Bow ties are cool
(Lo del "viejito de las pasitas" viene de un chiste que encuentro vulgar incluso para mis poco exigentes estándares de decoro. En todo caso, aquí está la supuestamente "concisa y divertida", también del todo inapropiada, versión de José Agustín de este sexenio. Aquí y aquí una versión menos militante y más equilibrada, de Krause.)
Ruiz Cortines fue en lo fundamental el creador del "tapadismo", el nada democrático mecanismo por el que los presidentes priistas en los hechos designaban a su sucesor. Nada democrático, pero muy eficaz. Hasta 1988, el PRI no tendría más escisiones producto de desacuerdos con sus procesos de selección de candidatos a la presidencia.
Hay por lo menos dos puntos muy relevantes que López Obrador y Ruiz Cortines tienen en común, más allá de la edad (y el gusto por el base-ball), por lo que extraña que el candidato de Morena no lo incluya en su santuario de referencias históricas. El primero, se refuerce al modelo económico. López Obrador afirma que su modelo de política económica es el desarrollo estabilizador. Este modelo fue implementado desde la presidencia de Ruiz Cortines y garantizó un crecimiento económico ininterrumpido con estabilidad monetaria entre 1954 y 1970.
El otro punto en común es el tema de la honestidad y el combate a la corrupción. Después de los excesos de Miguel Alemán, que convirtió el gobierno en una gran oportunidad de enriquecimiento para él y para su pandilla de amigotes, el gobierno de Ruiz Cortines fue un correctivo como nunca se volvió a ver. Impuso a todo su gabinete la estricta moralidad de servicio público que él mismo profesaba con su comportamiento. Aunque llevaba ya una larga carrera como funcionario publicó, al asumir la presidencia no era rico. Más notablemente, tampoco lo era al concluir su mandato. Frente a la vergüenza que representan nuestros políticos con vida de faraones, Ruiz Cortines es un inusual motivo de orgullo.

Honesty is cool
Por supuesto, Ruiz Cortines era presidente en un régimen autoritario. En su código moral, tan admirable en muchos aspectos, no figuraban las normas democráticas. El desarrollo estabilizador exige contención salarial, lo que generó descontento en la clase obrera. Lo enfrentó con una combinación de cooptación y represión, que llegó a ser bastante brutal. Sin embargo, en general prefirió la negociación y el compromiso a la imposición unilateral.
¿Hasta qué punto estará consciente López Obrador de estos paralelismos? El tabasqueño se presenta a sí mismo como una suerte de estudioso de la historia de México, aunque a veces su versión no es muy distinta de la del libro de texto gratuito con el que mi generación fue adoctrinada. Mi esperanza en lo personal es que efectivamente lo vea como un ejemplo a seguir, y que la omisión en sus discursos se deba a una de dos razones: 1)  evitar que le digan que tiene héroes priistas; 2) como figura histórica, parece tener poca estatura, nada muy lucidor al lado de Juárez o Madero. Ambas razones son entendibles. La segunda, sin embargo, sería poco afín al espíritu de Ruiz Cortines, tan renuente a la magnificencia de los gestos y las palabras en la política.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Hugo, el cazagoles, y los dobles estándares en las campañas

En los procesos electorales se nos presentan alternativas y el acto electoral consiste en tomar partido. Durante las campañas, candidatos y candidatas nos dan las razones por las que creen que deberíamos favorecerlos a ellos en lugar de a sus rivales. Es un periodo de parcialidades y no puede ser de otra forma.
La decisión que tomamos puede obedecer a muy distintas consideraciones. En buena parte de los casos, nuestras preferencias electorales responden a criterios identitarios y lealtades de grupo como la identificación partidista. Por ese motivo, normalmente convivimos con gente con ideas políticas similares a las nuestras. Sin embargo, las redes sociales y los medios electrónicos nos exponen a la forma en que piensan los partidarios de cada contendiente, incluyendo la forma en que valoran los dichos y hazañas de sus rivales.
Es común que, como resultado, alguien observe el uso de un doble rasero: quienes favorecen al candidato A encuentran disculpables, si no encomiables, los mismos actos que encuentran reprobables en el candidato B. 
Esto notó hace poco el periodista Mario Campos, al enumerar en sus cuentas de twitter y Facebook distintas instancias de doble criterio usado por los seguidores de López Obrador. Por ejemplo: "Si AMLO hace candidatos a panistas y priistas, incluyente; si lo hace el Frente, Mafia del Poder." El mensaje tuvo varias respuestas del grupo así acusado de imparcialidad. Estas son de tres tipos: 1) Argumentar que se usa criterios distintos porque son casos distintos. 2) Afirmar que los seguidores de Anaya hacen lo mismo. 3) Afirmar que Mario Campos hace lo mismo porque sólo se fija en López Obrador. 
El primer caso es precisamente la operación mental que subyace al uso del doble rasero. El tercero es falso, y el propio Mario Campos produjo muestras de sus observaciones críticas hacia Anaya. El segundo es un poco infantil en cierto sentido pero es estrictamente cierto. Los seguidores de cada candidato se especializan en ver la paja en el ojo ajeno y omitir la viga en el propio. A mi juicio, esa es una de las razones por las que las campañas electorales tienen limitaciones para persuadir a los votantes.
Por lo general no nos damos cuenta de cuando aplicamos el doble estándar. Nadie dice para sí mismo: "Cuando mi candidato toma dinero público para financiar su campaña está favoreciendo una causa justa en beneficio de los demás, pero cuando lo hace el otro es guiado por su ambición insaciable de riqueza y poder". Hacemos las dos afirmaciones, pero las hacemos por separado. Una vez que hemos definido a nuestro candidato favorito, toda la información subsecuente es vista como información que confirma esa impresión. Esto es el llamado "sesgo de confirmación", descrito aquí por el psicólogo y premio nobel Daniel Kahneman, una de cuyas manifestaciones es el "efecto halo": si ocurre un nuevo evento, ese evento debe ser coherente con nuestras ideas previas. Ese es el origen del doble rasero. Si se me dice que un candidato se alió con un enemigo histórico de su partido, mi juicio sobre el hecho depende del candidato en cuestión: si es mi candidato, diré que es momento de sumar, no de dividir; si es su rival, diré que es un oportunista del que su madre se avergüenza. 
Para valorar lo equivocado que uno puede estar en estos juicios, a veces es bueno tomar alguna distancia. Piénsese en Hugo Sánchez. Es el máximo goleador que ha tenido el futbol mexicano y el primero en triunfar en el futbol español. Fue delantero del Real Madrid, y hasta ahora es el único jugador en ganar el título de máximo goleador en cuatro temporadas consecutivas. Era un jugadorazo. Cada tanto nos regalaba estas joyas:

Sin embargo, también era medio sangrón. La faltaba modestia (será porque le sobraba talento). A mucha gente Hugo Sánchez le caía realmente gordo, y la idea de que fuera un gran jugador no forma una imagen coherente con este juicio previo. El "efecto aureola" devolvía la coherencia al explicar así su éxito como goleador: el problema con Hugo, decían varios, es que es un "cazagoles". El cazagoles es un oportunista. Es una persona que sólo le preocupa el gol y nada por el futbol. Por supuesto, esa acusación carece de sentido. En primer lugar, es una afirmación que no procesa el gran talento que hay en goles como el mostrado arriba. Por otro lado, Hugo era delantero... Salir a la caza de los goles es básicamente la descripción del puesto. 
Antonio Carbajal, centro delantero de la selección mexicana. Odiaba que le dijeran "cazagoles" 
Por supuesto, es perfectamente posible que Hugo Sánchez o cualquiera sea al mismo tiempo megamamila y un gran futbolista. Nuestras cabezas requieren de cierto entrenamiento para no confundir la falta de coherencia con contradicciones lógicas.
Como veo las cosas, en el debate público de las campañas los seguidores del candidato A se dedican a enumerar las virtudes del candidato A y los defectos del candidato B. No perciben cuando el mismo comportamiento forma parte de las dos listas. De esto se dan cuenta los seguidores del candidato B, y señalan el doble rasero. Los seguidores del candidato A no responderán ajustando sus creencias a la realidad de que los seres humanos, incluidos los candidatos, no pueden ser pura bondad o pura maldad. Mejor señalarán el doble rasero usado por los seguidores de B al confeccionar sus propias listas. Y así hasta el día de la elección. 
Hoy, 30 años depués del gol que le clavó Hugo al Logroñés, creo que todos estaremos de acuerdo en que fue un pinche golazo, e incluso podremos acordar que las características personales son irrelevantes al valorar el talento del jugador.
Tal vez en 30 años tengamos un juicio más equilibrado de las virtudes y defectos de nuestros candidatos. Pero no creo: hasta los fanáticos del futbol son más objetivos que los seguidores de los políticos. 

jueves, 15 de febrero de 2018

Encuestas: Verdades a medias, mentiras completas

Los políticos y la verdad siempre han tenido una relación complicada, incluso antes de que se hablara de posverdad. Sólo en los casos más extremos los políticos mienten abiertamente, o son, como decía Louis Armstrong en una canción "descuidados con la verdad".
Otros dirían "genio estable"
Pero un caso más común esta dado por la combinación de una presentación selectiva de la verdad y su interpretación sesgada.
Hoy encontré en mi TL de twitter una muestra de esta forma de proceder.

En la cuenta @RedesEnAccion está el logo del PAN las suficientes veces como para que no quede duda de la filiación partidista de quienes la administran. Si quedara alguna duda, por ahí hay un llamado a "ponerse la camiseta" que tendría que dejar claras las cosas.
En esto no hay nada reprochable. En sí mismo, los datos que aquí se presentan son, en estricto sentido verdaderos. La fuente que citan es el sitio Oraculus, que incluye una sección de poll of polls. Esta sección utiliza la información de las distintas encuestas publicadas (Mitofski, Parametría, Reforma, etc.) para generar estimaciones de la intención de voto. Dos estimaciones de interés son la intención de voto por partidos y la intención por candidatos. El tweet de @RedesEnAccion no miente porque
  1. anuncia que se trata de la intención de votos por partido y
  2. Anaya es el candidato presentado por MC, PRD y PAN.
La intención de voto reportada por Oraculus para los partidos que postulan a Anaya suma (alrededor de) 34%. 
Sin embargo, como en el tweet se da un lugar tan destacado al nombre de los candidatos, se sugiere que Anaya tiene una intención de voto de 34% y López Obrador de 31%. No se miente, pero la información es engañosa. Los políticos se especializan en dar mensajes ambiguos que les permiten comunicar un mensaje deseado pero no necesariamente apropiado (desde el punto de vista de la verdad o la moral compartida), en una forma tal que después sea posible desdecirse. Así, @RedesEnAccion siempre puede afirmar que su tweet dice explícitamente que se trata de intención de voto por partido.
El problema aquí es que, si se quiere saber la intención de voto por candidato, la información pertinente no es esa, sino la relativa a... la intención de voto por candidato. De acuerdo con Oraculus, la intención de voto por López Obrador al 15 de febrero de 2018 es de entre 35 y 42 por ciento, y la de Anaya es de entre 26 y 33 por ciento. De hecho, una tercera estimación de Oraculus es la probabilidad de que un determinado candidato esté en primer lugar. Mientras que la probabilidad de que López Obrador esté en el primer lugar es de 99 por ciento; la probabilidad de que Anaya esté en primer lugar es de 1%. 

El arte del engaño
Esta forma más sutil de presentar la información sin mentir pero interpretándola en forma sesgada será crecientemente la forma privilegiada de manipulación de los hechos y nos debería preocupar más que los "hechos alternativos" de la era de la posverdad. Como "hechos alternativos" es un término fancy para las viles  mentiras, es fácil de poner en evidencia a quien los publica. La interpretación intencionada de los hechos verdaderos es más difícil de elucidar. Y peor aún cuando se presentan los hechos en forma tal que se orienta a los receptores a que lleguen a determinadas conclusiones.

Los mensajes manipuladores tienen típicamente esta "vía de escape": el emisor no afirma lo que desea que el receptor crea, pero lo conduce a esa conclusión. Por supuesto, también es posible que la gente de @RedesEnAccion realmente crea que la forma en que interpreta los resultados es correcta, producto de un efecto de wishful thinking  o cualquiera otro de los mecanismos por los que nos hacemos consistentemente más tontos cuando intervienen nuestras preferencias políticas en la discusión.

Lo deseable para estas discusiones (o todas) sería seguir reglas como las propuestas por Robert Gula en su libro Nonsense. Por ejemplo, como la ambigüedad es lo que permite los mensajes intencionados, sería bueno cuidar que nuestros mensajes sean
  1. precisos, y
  2. claros en cuanto a la conclusión a la que se pretende llegar.
Como participantes en un debate público, debemos exigir que nuestros interlocutores cumplan estas reglas de discusión inteligente y civilizada. Si nuestros interlocutores son políticos, debemos denunciar las omisiones en este sentido.
Cuando Oraculus presenta los datos por partido, no hace mención de los casos candidatos. Esto se debe a que se trata de cosas distintas. Al mezclar cosas distintas en un mismo mensaje, @RedesEnAccion está reduciendo la precisión. En cuanto al segundo punto, dado que existe la información sobre voto por candidato, @RedesEnAccion debería decir por qué cree que la información de partidos es relevante para los candidatos. Por ejemplo, podría argumentarse que esto da un potencial de crecimiento a Anaya que la intención de voto actual no revela. Por supuesto, esto es menos fuerte que la idea sugerida (Anaya va en primer lugar), pero su gran virtud es que no manipula la verdad. 

¿Por qué me importa?
@RedesEnAccion da credibilidad a su mensaje respaldándose en Oraculus. Es un poco una majadería, porque el sitio no sólo es ejemplar en la calidad técnica de sus estimaciones, sino que también lo es en la transparencia de sus fuentes y sus procedimientos. Cuando se usa esta fuente para intentar dar credibilidad a una idea tan claramente descabellada, lo que se pone en riesgo es la credibilidad de la fuente misma. 
Y resulta que Oraculus tiene una importante contribución en el debate público. Durante algún tiempo, he insistido en que en México debería crearse lo que llamo una cultura del intervalo de confianza. 

Por alguna razón, no he tenido éxito
Muchos comentaristas ven en los resultados de las encuestas un reflejo fiel de las preferencias de la población. Algunos sofisticados hacen la distinción entre "foto" y "película", pero aún hablan de la "foto" de la muestra como si fuera una "foto" de la población. En realidad, las preferencias electorales detectadas en las encuestas reflejan con casi total certeza las preferencias de la muestra. Si la muestra es representativa, los resultados de la muestra nos ayudan a hacernos una idea del valor mínimo y el valor máximo que podrían tener las preferencias de la población. Si los medios reportaran el intervalo de confianza, tendríamos una mejor idea del maravilloso instrumento que es el muestreo aleatorio, así como de sus limitaciones.
Los medios no suelen reportar los intervalos de confianza porque... no sé por qué. Intuyo un cierto menosprecio hacia la capacidad del público para manejar ideas complejas.
Oraculus, en cambio, libre de ese menosprecio, proporciona toda la información que se puede obtener de las encuestas hechas públicas: al usarlas varias muestras, se gana en precisión del pronóstico, pero también existe una incertidumbre remanente que debe ser reportada.

Campañas basadas en hechos
La gente con deseos de ver a Anaya en la presidencia debería prestar atención a lo que dicen los datos. El verdadero "saldo de las precampañas" es que Anaya está posicionado en un segundo lugar bastante solido: la probabilidad de que esté en el segundo lugar es de 98%, mientras que la probabilidad de que Meade ocupe esa posición es menor al 1%.
Estar en segundo lugar en elecciones por mayoría simple te ubica en la posición de beneficiarte del voto estratégico de los rivales. En vez de adornar la realidad, el equipo de campaña de Anaya debería dedicarse a convencer a los votantes de Meade y de Zavala de votar por él en vez de votar por su candidato favorito. "Si votan por su favorito", se les puede decir, "el resultado es que ganará López Obrador... y ustedes sabrán si eso quieren". Negando los hechos, la gente de Anaya se priva de un argumento que puede ser muy convincente para cierto sector y que podría llevarlo al triunfo.



jueves, 17 de noviembre de 2016

La elección de Trump: el tiro de gracia a la ciencia política

En primer lugar, deseo disculparme. En realidad voy a argumentar exactamente lo opuesto a lo que afirma el título,  que no es más que un descarado ardid publicitario para tener tu atención.


Es que estos días, parece ser que declarar la muerte a esta disciplina es tremendamente popular...
La más reciente autopsia se debe precisamente a lo desatinado de las predicciones (en algunos casos de 99%) de triunfo de Hillary Clinton en las pasadas elecciones presidenciales de Estados Unidos.  Aquí, aquí y aquí están algunos argumentos sobre cómo es que este error es motivo para enderezar el rumbo de la ciencia política.
Ciertamente, hay muchos motivos para discutir sobre estas predicciones y por qué se equivocaron tanto. Pero la premisa de estos argumentos es que la "ciencia política" predijo el triunfo de Clinton, y se equivocó. Si esto es cierto, el llamado a rectificar el rumbo tendría cierta base. Pero no lo es. Por un lado, esas predicciones fueron originadas por disciplinas distintas a la ciencia política. Por el otro, aquellos politólogos que aplicaron teorías y herramientas de la ciencia política de hecho no erraron el tino en tal grado (esto es más o menos el argumento que desarrollaré ahora, así que si tienes otro blog que leer, como uno que sí mate a la ciencia política, ahora es buen momento para ir por ello).

¿Dónde quedaron lxs politólogxs?
A pesar de mis esfuerzos, en los artículos mencionados puedo ubicar la parte en la que se señalan los errores de predicción que "la ciencia política" cometió de manera colectiva, pero me fue imposible localizar a un sólo politólogo o politóloga en los casos individuales que se discuten. Uno de los que se equivocó se mostró más seguros del triunfo de Clinton, asignándole una probabilidad de más de 99%, y por lo tanto ahora está muy expuesto a críticas, es el señor Sam Wang, cuya profesión es la neurociencia. Veo que la neurociencia es una rama que combina muchísimas disciplinas, pero ninguna de ellas es la ciencia política. Aún más atención recibe el economista Nate Silver, quien se "equivocó menos" que el resto dándole a Clinton un 2 a 1. Recibe más atención porque se hizo de fama con predicciones muy precisas en elecciones pasadas. Nótese que, en esas elecciones, nadie dijo "Oye, qué bárbaro. !Qué bien anda la ciencia política! ¡Estupendas predicciones! Yo no le cambiaría nada". Y todas las personas que no dijeron eso, hicieron bien, porque Wang, Silver y un montón de personas muy listas dedicadas a modelar estimaciones del resultado no son politólogos, sino que pertenecen a una industria muy particular, que es la de los pronósticos. De hecho, cuando criticamos la tarea de distintas disciplinas, deberíamos distinguir al menos tres: los encuestadores, la industria del pronóstico y la ciencia política.
Silver y demás tropa no hacen encuestas. Realizan sus pronósticos a partir de las encuestas que se van publicando en diversos medios. En este sentido, hasta cierto punto es cierto que las predicciones de los y las nerds de la industria del pronóstico son tan buenas como los insumos con los que trabajan. Hasta cierto punto, porque hay predicciones y predicciones. Algunas revelan mayor confianza y certidumbre que otras. ¿No les llama la atención que decimos que se "equivocó menos" quien hizo la predicción menos precisa?

La estadística y la cuestión de la "precisión"
Cuando se habla de precisión y métodos cuantitativos, parece que existe una confusión que tiene origen en la mistificación de las matemáticas, compartida incluso por varios críticos. Los métodos cuantitativos (al menos los aquí involucrados) son métodos probabilísticos, y sólo este término debería bastar saber que dichos métodos descartan cualquier noción de precisión como certeza.
Si usted tira un dado no cargado, yo le puedo decir que existe una probabilidad de 5/6 de que caerá un número distinto de 2. Si tira el dado y resulta que cae el número 2, ¿mi modelo probabilístico es malo? ¿Lo deberíamos cambiar por otro? Claramente no. La estimación de 5/6 es lo mejor que puedo hacer, tomando en cuenta las características del dado y el componente aleatorio del lanzamiento.
"¿Eso es lo mejor? ¡Novato!"
En el caso de las encuestas preelectorales, el componente aleatorio se debe a que se entrevista a una muestra, no a la población total. Entonces, si se entrevista a una muestra (aleatoria) de 1000 personas y de ellas el 55% reporta que votará por Clinton, ese 55% podría no ser exactamente el porcentaje de votantes de Clinton para la población total. La "precisión" de la estadística es que me permite estimar la amplitud de mi incertidumbre, la cual se refleja en el margen de error y el intervalo de confianza. En el ejemplo que planteo aquí, mi pronóstico sobre el voto de Clinton es, en un intervalo de confianza de 95%, de entre el 52% y el 58%. Todos los valores de ese intervalo arrojan el triunfo de Clinton, porque dan una mayoría absoluta de los votos. Sin embargo, en intervalos de confianza más amplios, podría ser que tendría menos del 50%. Bueno, pues resulta que, con estos datos, la probabilidad de tener esos resultados es menor al 0.1%.
Esto es, de manera muy simplificada, el procedimiento seguido por la mayoría de los pronosticadores. La gran virtud del procedimiento de Silver (que está explicado de manera fantástica aquí) es que no se limita al error muestral. Además de este problema, Silver incorpora dos fuentes de error en el pronóstico: 1) los indecisos, 2) la "contaminación" entre estados vecinos. Los indecisos podrían no votar o votar o votar igual que quienes reportan preferencia. En ese caso no son problemáticos. Pero Silver se pregunta, ¿y qué tal si buena parte de los indecisos, o todos, votan por uno de los candidatos? Digamos, por Trump. En tal caso el pronóstico podría cambiar. Pero no sólo eso: ¿qué tal si el cambio producido por este escenario no es propio de un sólo estado, sino que se da en el mismo sentido en los estados vecinos? Entonces habría un mayor efecto aún.
Considerando estas posibilidades es que Silver le asignó un 66.6% a Clinton y un 33.3% a Trump. Como estamos acostumbrados a convertir el lenguaje probabilístico en categórico, las estimaciones de 99.9% y de 66.6% son transformadas por igual en la misma certeza: ganará Hillary. Sin embargo, digamos que le invitan a usted a jugar ruleta rusa por una cantidad de dinero más que alta. El cargador tiene dos balas de seis posibles. La probabilidad de no morir es de 66.6%. ¿Jugaría?
El modelo de Silver, a mi juicio, probó ser fantástico (el comportamiento de los estados donde la predicción fue errada parece ser consistente con sus supuestos). En materia de pronósticos, dadas las condiciones, me parece que estamos frente al ejemplo del dado. Sin embargo, las felicitaciones a este predictor, ni siquiera si se extendieran a todos sus colegas, no pueden extenderse a su vez a los politólogos. La razón es clara: la predicción no es nuestro negocio (¡Ah! Por cierto, yo soy politólogo).

Ciencia política y predicción
La comunidad de politólogos y politólogas es plural, hay variedad de perspectivas teóricas, se usa una pluralidad de métodos y también hay considerable variación de seriedad y talento. Bueno, pues en toda esa pluralidad es excepcional el caso de los practicantes de la ciencia política que se dedican a hacer predicciones. Podría estar equivocado, pero me da la impresión de que el público en general y el sector no cuantitativo de mis colegas tienen a su vez la impresión de que quienes recurrimos a los métodos cuantitativos hacemos pronósticos o deberíamos hacerlos.
En parte, la ciencia social deductiva (a la que adhieren muchos cuantis, pero no todos) usa un lenguaje que se presta a la confusión. Al hablar de una "hipótesis" pensamos en una predicción, pero no en una predicción de eventos específicos, sino de una relación entre variables que observaremos al analizar los datos empíricos. No es lo mismo decir "a mayor crecimiento económico un año antes de la elección, mayor votación para el partido en el gobierno" (predicción de relación entre variables) que "Hillary va a planchar, y cañón, así que agárrate" (predicción de evento específico).
Es tan desproporcionado pensar en que las ciencias sociales den esa clase "servicios", que sólo las he visto así de desarrolladas en las novelas de ciencia ficción que dan nombre a este blog. El politólogo Bruce Bueno de Mesquita promueve a la predicción de eventos concretos como la prueba definitiva de la validez de nuestras hipótesis. Ha llamado relativamente la atención porque pocos politólogos imparten su Ted Talk (aquí su argumento en versión para adultos). Sus argumentos pueden ser o no atendibles, y tal vez tenga razón desde un punto de vista metodológico. El caso es que su postura es excepcional.
Como en prácticamente cualquier otra ciencia social (una rama de la economía se dedica a hacer terriblemente malos pronósticos de crecimiento), la ciencia política busca la explicar fenómenos a partir de los mecanismos que los generan. Es, se puede decir, la condición necesaria anterior a la predicción. Si entiendes el fenómeno, puedes formarte una expectativa de lo que podría ocurrir, condicionado a cómo estén operando los mecanismos subyacentes en cada caso especifico (este condicionamiento, de hecho, es común a todas las ciencias, "duras" o "blandas").
Entonces, aunque no es la actividad principal de la ciencia política (ni de ninguna de las ciencias sociales), para juzgar las predicciones de "la ciencia política", lo primero que habría que hacer es dar con pronósticos basados en las explicaciones (es decir, teorías) generadas por la propia disciplina. Es decir, pronósticos basados en el saber generado por la ciencia política.
Sobre eso...

Los pronósticos de la ciencia política.
Para quienes estén familiarizados con los estudios electorales norteamericanos no resulta extraño hablar de los "fundamentales".  Puesto en leguaje de pronóstico, la escuela de los fundamentales dice que, si quieres hacerte una idea del resultado electoral, antes de dejarte llevar por las particularidades específicas de cada elección, debes observar:
  1. El nivel de identificación partidista.
  2. El estado de la economía.
  3. Qué partido gobierna y por cuanto tiempo.
La gente de Vox y The Economist ha tenido la gentileza de juzgar los pronósticos de la ciencia política a partir de los pronósticos hechos a partir del conocimiento de esta disciplina. Los resultados están aquí. No comentaré sobre ellos. Sólo diré una anécdota. Con Mauricio Rivera escribimos hace unos años un artículo sobre el estado de la ciencia política que ha causado alguna polémica. Uno de nuestros críticos observó que encontraba sumamente cuestionables nuestras regresiones. Nuestros esfuerzos por revisar las regresiones y corregirlas donde haga falta tienen una enorme limitación: el articulo no contiene una sola regresión. (Lo dejo aquí: tal vez usted detecte una que yo no haya visto.)
Por supuesto, los artículos mencionados al inicio de este post son considerablemente más inteligentes que esto. Mi posición es que la reflexión habría sido más apropiada si se hubiese encaminado a los usos y limitaciones de nuestras herramientas predictivas en el debate público.
El debate sobre la precisión de los pronósticos de la ciencia política, si le ha de servir a la disciplina, debería comenzar por el trabajo de la ciencia política.

Entonces, ¿por qué la mala onda?
Esperando a que el diagnóstico sobre el paciente se haga observando al paciente adecuado, me llama la atención la prisa con la que se declara la muerte de la ciencia política, el fin de una época, la necesidad de cambio de rumbo, etc.  Adelanto comento algunos hipótesis que se me ocurren para esta ansiedad:
  1. En algunos casos, se trata de un proyecto ideológico-partidista. Resulta que el Partido Republicano lleva años en ofensiva contras la ciencia política, en buena medida porque le incomodan las implicaciones políticas de sus hallazgos.
  2. Una rama de la ciencia política ha pasado por un desarrollo sumamente acelerado en los últimos años, que involucra el abandono del lenguaje propio del debate público en favor de un lenguaje crecientemente técnico. En casos localizados, este desarrollo ha provocado una reacción ludita entre quienes se sienten rebasados por las nuevas habilidades exigidas por esta práctica. Otros no están de acuerdo por principio (no sé muy bien qué principio). En todo caso, este sector reactivo es minoritario. Lo normal es que la gente practique sus propios estilos de investigación de la mejor forma posible, manteniéndose al tanto de los hallazgos de sus colegas y consciente de que existen distintas formas de investigación rigurosa.
  3. Más importante aún, esta segmentación se presta a mistificaciones. Por un lado, desde cierto punto de vista puede ser fácil agrupar a toda persona que analice hechos políticos con herramientas matemáticas como "politólogo". Asimismo, sin el conocimiento apropiado puede generarse la sensación de que, si se usan herramientas matemáticas, cabe esperar que se hagan cosas como lanzar un cohete a la luna. 
  4. Relacionado con esto último, creo que tenemos un problema de relaciones públicas. Los pronósticos comentados antes y que yo considero propiamente politológicos no recurren a las sofisticaciones técnicas de Silver, por ejemplo. Un entrenamiento básico en estadística es suficiente para diseñar estos modelos e interpretar sus resultados. Su poder proviene del marco analítico, del conocimiento de los mecanismos que operan sobre el fenómeno. Si los críticos de la ciencia política representada por Silver no tienen presente el trabajo de la ciencia política representada por politólogxs se debe a que estos resultados carecen de la exposición mediática de los pronosticadores de otras disciplinas. Hasta que no tengamos buenos divulgadores (un Asimov de la Ciencia Política), tendremos dificultades eternamente para explicarnos y diferenciarnos con respecto a otras profesiones.

domingo, 10 de julio de 2016

El antisemitismo contraproducente de Izquierda Unida

Estos días España recibe a Barack Obama, presidente de Estados Unidos. El partido Izquierda Unida, muy a tono con los tiempos, desde su cuenta de twitter ha estado promoviendo el también muy actual mensaje #ObamaGoHome.

#BringHillaryInstead
Al parecer, hay dos motivos para rechazar la visita de Obama: 1) porque sí y 2) su política exterior, considerada beligerante.
Hasta aquí, todo bien y cada quién.  El problema vino con el siguiente tuit, publicado desde la cuenta de Izquierda Unida Madrid:

Con esto, Izquierda Unida consiguió llamar la atención de gente distinta a Pablo Iglesias, pero en una forma menos indulgente. Tanto la representación de la comunidad judía en España como partidos distintos a Podemos acusaron a IU de antisemitismo. El asunto llegó a un intercambio diplomático entre los gobiernos de Israel y España.
Por supuesto, Izquierda Unida se apresuró a pedir una disculpa, le echó la culpa a otro y realizó una purga inrterna como las de antes, porque ningún partido en su sano juicio quiere asociarse con mensajes horribles como el racismo...
Bueno, no. Izquierda Unida como tal se limitó a no retuitear, mientras que Izquierda Unida Madrid, a través de fuentes no identificadas, afirmó que el objetivo era  "denunciar el papel que cumplen tanto Israel como Estados Unidos en la geopolítica, que ha sido condenado por múltiples organizaciones de Derechos Humanos", y que no se pretendía "ofender a las personas judías, sino denunciar el papel que cumple el Estado de Israel... Hay muchas personas judías que denuncian en el mundo ese papel".
Si es así, la cosa cambia. Aunque posiblemente todos los antisemitas son enemigos del estado de Israel, criticar al Estado de Israel no necesariamente te hace antisemita. Pero, ¿es eso lo que transmite el cartelito? La verdad, no me parece. Lo que vemos es a dos personas abrazándose.
Observemos a la persona que no es Barack Obama ¿Quién es? ¿Representa al "Estado de Israel"? Tal vez sí, pero el dibujito está lleno de señas que lo identifican con un estereotipo de las "personas judías": el gorrito rídiculo, los caireles ídem, ni qué decir de las barbas y, cómo iba a faltar, el dinero. Por supuesto, este tipo de propaganda es lo suficientemente ambigua como para permitir a sus difusores negar toda mala intención. Pero cualquier observador imparcial coincidirá conmigo en que la imagen sugiere que Obama apoya a "los judíos". Y a mi entender el uso de estereotipos para transmitir prejuicios hacia todo un colectivo étnico es racismo (y si ese colectivo es la comunidad judía, es antiseitismo).
Para estar claros, en lo personal encuentro que la política del gobierno de Netanyahu hacia la población palestina es criminal, y tiene elementos comunes con el Apartheid sudafricano. De igual forma, no entiendo por qué un señor que habla tan bonito como Obama, y que hasta le dieron el Nobel de la Paz por hablar así de bonito, puede mantener el apoyo hacia un gobierno criminal. Intuyo que existen razones geoestratégicas muy válidas... tan válidas como las que llevaron al gobierno norteamericano a apoyar en su momento a la Sudáfrica del Apartheid.
Y dejemos que los antiguos mayas enumeren
las que nos parecen muy sensatas
Es una relación criticable y que debe ser criticada. El problema es que IU Madrid escogió criticarla en un mensaje antisemita. Por supuesto, el gobierno de Israel feliz de desacreditar todo el argumento como fundado en el prejuicio. La pregunta es si no había alternativas. Y claro que las hay.
Decía antes que la imagen sugiere que Obama apoya a "los judíos". En la imagen no aparece nunca el nombre, pero todos sabemos que la imagen alude a Obama, no a "los afroamericanos", ya no se diga que "los gringos". Lo sabemos por el contexto de la visita y la ausencia de estereotipos asociados con la población afroamericana.
"¿Sí? ¿Como cuáles?"
El mismo cartel, con una buena imagen de Benjamín Netanyahu en vez de un estereotipo ridículo habría servido al mismo fin. No sólo eso. Si nos preocupa la política del gobierno israelí hacia la población palestina, apoyada además por el gobierno norteamericano, pues lo más eficiente es llamar a cuentas a las personas concretas con la capacidad de tomar decisiones, en vez de responsabilizar a colectivos que por sí mismos no toman deciones, porque los colectivos no hacen eso ni hacen nada. Adicionalmente, al caricaturizar los rasgos específicos de Netanyahu, la acusación de antisemitismo pierde todo peso.
Y si no puedes caricaturizar esto,
no deberías ser dibujante para empezar
Finalmente, esto es lo que entendieron algunos críticos amables como @JaumedUrgell ("Esta imagen es ofensiva y contraproducente") o  @bourbonroad ("No es una critica, es un dibujo racista. La critica está aparte").
Mención especial merece @cesarastudillo, afiliado de IU, que la tiene clarísima. Dice: "haber puesto a Netanyahu de traje en lugar de un narigudo con kipá y rizos", "¿A que entendéis que no procede poner a Obama con pantalones de campana, un cardador en el pelo y un cubo de KFC?" y "¿y en qué se parece ese estereotípico judío a Benjamin Netanyahu?".  Tal vez Izquierda Unida debería tomarse en serio su retórica y consultar con su militancia antes de escupir al aire.






viernes, 9 de octubre de 2015

El fetichismo de la parrafada

El día de hoy me enteré de que al menos dos revistas de ciencias sociales publicadas por la UNAM tienen como norma para sus artículos que su extensión mínima sea de 8 mil palabras y la máxima de 12 mil. Se trata de la Revista Mexicana de Sociología y la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Lo que me llama la atención es el mínimo de 8 mil palabras, que equivale más o menos a 30 cuartillas a doble espacio.
Aquí conviene ser preciso. El  criterio editorial de un mínimo de 8 mil palabras significa que, si usted, querido lector, amable lectora, manda un artículo a una de estas revistas, y este artículo tiene menos de 8 mil palabras, entonces la revista rechazará el artículo sin siquiera mandarlo a revisión por pares. Me permito ser aun más claro: si su artículo tiene 7,105 palabras, será rechazado sin evaluar su calidad.
De inmediato viene a la mente la tesis de John Nash, que con 25 paginitasm le traería el premio Nobel. Pues en la RMS o en la RMCPS ameritaría una una amable carta con la palabra "lamentablemente".
"¡Y gracias por participar!"
Pero no hace falta ir tan lejos. Por ejemplo, un equipo de sociólogos coordinado por el profesor van de Rijt recientemente publicó resultados de un estudio con evidencia del "Efecto Mateo" en diversos ámbitos de la vida social. Dos notas:
1) El Efecto Mateo fue formulado por R. Merton y postula que las diferencias en el éxito observado en los individuos no se deben a diferencias de talento o mérito, sino a pequeñas ventajas iniciales debidas al azar y que se van magnificando con el tiempo (toma el nombre del Evangelio homónimo: "Aquél que tiene recibirá más").
2)  La evidencia que proporciona el estudio es experimental.
Entonces tenemos un estudio con resultados de gran valor sustantivo y teórico, respaldados por el diseño de investigación más riguroso a nuestro alcance. Cualquiera diría que una revista científica se moriría por publicar algo así. Pues no las dos revistas que nos ocupan: su extensión es de 6 mil palabras.
Sencillamente no se comprende cómo es que se llegó a este criterio de un mínimo de palabras. ¿Se entenderá cómo un criterio de calidad? Revisé la guía para autores de la American Political Science Review. No hay criterio de calidad que no sea enunciado, y resulta bastante extensa.
"Pues que la publiquen en la Revista Mexicana de Sociología"
Y no, no se hace referencia a ningún mínimo de palabras, aunque sí que son enfáticos con el máximo.
Esta preferencia por la extensión está bastante arraigada entre los científicos sociales de América Latina. Los y las estudiantes que han escuchado juicios del tipo "una tesis de doctorado no puede tener sólo 250 páginas" saben a lo que me refiero.
Esta preferencia podría justificarse en que las ciencias sociales exigen un desarrollo más amplio de los temas, que incluye, por ejemplo, una discusión minuciosa de los conceptos. Algunos autores dan sustento a esta idea. Juan Linz, un grande de la sociología política, parece haber sido incapaz de sentarse a escribir un artículo sin terminar escribiendo un libro. Es más, es claro que una exposición descuidada y poco rigurosa redundaría en un artículo corto.
Pero aún si éste es el caso, la extensión mínima apropiada no se puede sencillamente presuponer. Para saber si la revisión y discusión  de la literatura es incompleta, es indispensables leer el artículo en cuestión. Lo mismo vale para el caso de la adecuada definición de los conceptos, la claridad de la metodología y la interpretación de los resultados. Corresponde a los dictaminadores anónimos juzgar esto, como uno de los criterios a tener en cuenta en el juicio sobre la calidad global de la contribución.
Creo que es momento de que los consejos editoriales de las revistas comentadas se cuestionen sobre la necesidad de insistir en esta norma que, es muy claro, les viene heredada de una época en la que escribir un obra sociológica se concebía como algo similar a escribir una novela de Tolstoi (y en la que seguramente aún vivía Tostoi).
En lo personal, creo que para artículos científicos la regla sobre la cantidad de páginas tendría que ser la misma que aplica para el uso de la fuerza pública: la mínima indispensable.