sábado, 5 de mayo de 2018

El presidente más viejito

Andrés Manuel López Obrador nació el 13 de noviembre de 1953. Si gana las próximas elecciones (o, como prefieren decir sus seguidores, “si no hay fraude en las próximas elecciones”), tendrá 65 años cumplidos al asumir la presidencia. Esto lo convertirá en el presidente con mayor edad al asumir el puesto desde la renuncia de Porfirio Díaz en mayo de 1911.
En un período de tiempo más amplio, han tenido una mayor edad Benito Juárez al asumir su quinta presidencia (65 y seis meses), Porfirio Díaz en su cuarta presidencia (66 años) y las demás y, por último, José Ignacio Pavón, con 69 años cuando fue presidente entre el 13 y el 15 de agosto de 1860.
Entonces, de verificarse su triunfo, y si no ocurre una catástrofe, López Obrador será el presidente con mayor edad al asumir la presidencia por primera vez y en ejercerla por más de dos días en la historia del país.
Como todo le critican al hombre, me apresuro a aclarar que este dato sobre la edad me parece, en principio, una simple curiosidad. Pero la identidad del aún campeón en este torneo de longevidad podría servir como argumento para quien quisiera afirmar que esta edad es una ventaja.
López Obrador ocuparía el puesto que hoy tiene Adolfo Ruiz Cortines, que tenía 62 años cumplidos al protestar como presidente para el período 1952-1958. A mi juicio, fue uno de los mejores presidentes que ha tenido el país, y sin duda el mejor presidente postulado propiamente por el PRI.
Ruiz Cortines es principalmente recordado por presentar la iniciativa por la que el derecho al voto se hizo universal, al incluir a las mujeres. Sin demeritar, esa no fue la única innovación de su gobierno. Se trataba de un político astuto, más preocupado por la eficacia y los resultados de sus acciones que por el engrandecimiento de su imagen (el absoluto opuesto de López Portillo). Posiblemente esta poca preocupación por su persona contribuyó a que en lo posterior no se valorara adecuadamente su presidencia. Por ejemplo, a José Agustín le parece fácil desdeñarlo como el "viejito de las pasitas" y burlarse de sus moños (como si los moños no fuesen lo máximo).



Bow ties are cool
(Lo del "viejito de las pasitas" viene de un chiste que encuentro vulgar incluso para mis poco exigentes estándares de decoro. En todo caso, aquí está la supuestamente "concisa y divertida", también del todo inapropiada, versión de José Agustín de este sexenio. Aquí y aquí una versión menos militante y más equilibrada, de Krause.)
Ruiz Cortines fue en lo fundamental el creador del "tapadismo", el nada democrático mecanismo por el que los presidentes priistas en los hechos designaban a su sucesor. Nada democrático, pero muy eficaz. Hasta 1988, el PRI no tendría más escisiones producto de desacuerdos con sus procesos de selección de candidatos a la presidencia.
Hay por lo menos dos puntos muy relevantes que López Obrador y Ruiz Cortines tienen en común, más allá de la edad (y el gusto por el base-ball), por lo que extraña que el candidato de Morena no lo incluya en su santuario de referencias históricas. El primero, se refuerce al modelo económico. López Obrador afirma que su modelo de política económica es el desarrollo estabilizador. Este modelo fue implementado desde la presidencia de Ruiz Cortines y garantizó un crecimiento económico ininterrumpido con estabilidad monetaria entre 1954 y 1970.
El otro punto en común es el tema de la honestidad y el combate a la corrupción. Después de los excesos de Miguel Alemán, que convirtió el gobierno en una gran oportunidad de enriquecimiento para él y para su pandilla de amigotes, el gobierno de Ruiz Cortines fue un correctivo como nunca se volvió a ver. Impuso a todo su gabinete la estricta moralidad de servicio público que él mismo profesaba con su comportamiento. Aunque llevaba ya una larga carrera como funcionario publicó, al asumir la presidencia no era rico. Más notablemente, tampoco lo era al concluir su mandato. Frente a la vergüenza que representan nuestros políticos con vida de faraones, Ruiz Cortines es un inusual motivo de orgullo.

Honesty is cool
Por supuesto, Ruiz Cortines era presidente en un régimen autoritario. En su código moral, tan admirable en muchos aspectos, no figuraban las normas democráticas. El desarrollo estabilizador exige contención salarial, lo que generó descontento en la clase obrera. Lo enfrentó con una combinación de cooptación y represión, que llegó a ser bastante brutal. Sin embargo, en general prefirió la negociación y el compromiso a la imposición unilateral.
¿Hasta qué punto estará consciente López Obrador de estos paralelismos? El tabasqueño se presenta a sí mismo como una suerte de estudioso de la historia de México, aunque a veces su versión no es muy distinta de la del libro de texto gratuito con el que mi generación fue adoctrinada. Mi esperanza en lo personal es que efectivamente lo vea como un ejemplo a seguir, y que la omisión en sus discursos se deba a una de dos razones: 1)  evitar que le digan que tiene héroes priistas; 2) como figura histórica, parece tener poca estatura, nada muy lucidor al lado de Juárez o Madero. Ambas razones son entendibles. La segunda, sin embargo, sería poco afín al espíritu de Ruiz Cortines, tan renuente a la magnificencia de los gestos y las palabras en la política.

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