La decisión que tomamos puede obedecer a muy distintas consideraciones. En buena parte de los casos, nuestras preferencias electorales responden a criterios identitarios y lealtades de grupo como la identificación partidista. Por ese motivo, normalmente convivimos con gente con ideas políticas similares a las nuestras. Sin embargo, las redes sociales y los medios electrónicos nos exponen a la forma en que piensan los partidarios de cada contendiente, incluyendo la forma en que valoran los dichos y hazañas de sus rivales.
Es común que, como resultado, alguien observe el uso de un doble rasero: quienes favorecen al candidato A encuentran disculpables, si no encomiables, los mismos actos que encuentran reprobables en el candidato B.
Esto notó hace poco el periodista Mario Campos, al enumerar en sus cuentas de twitter y Facebook distintas instancias de doble criterio usado por los seguidores de López Obrador. Por ejemplo: "Si AMLO hace candidatos a panistas y priistas, incluyente; si lo hace el Frente, Mafia del Poder." El mensaje tuvo varias respuestas del grupo así acusado de imparcialidad. Estas son de tres tipos: 1) Argumentar que se usa criterios distintos porque son casos distintos. 2) Afirmar que los seguidores de Anaya hacen lo mismo. 3) Afirmar que Mario Campos hace lo mismo porque sólo se fija en López Obrador.
El primer caso es precisamente la operación mental que subyace al uso del doble rasero. El tercero es falso, y el propio Mario Campos produjo muestras de sus observaciones críticas hacia Anaya. El segundo es un poco infantil en cierto sentido pero es estrictamente cierto. Los seguidores de cada candidato se especializan en ver la paja en el ojo ajeno y omitir la viga en el propio. A mi juicio, esa es una de las razones por las que las campañas electorales tienen limitaciones para persuadir a los votantes.
Por lo general no nos damos cuenta de cuando aplicamos el doble estándar. Nadie dice para sí mismo: "Cuando mi candidato toma dinero público para financiar su campaña está favoreciendo una causa justa en beneficio de los demás, pero cuando lo hace el otro es guiado por su ambición insaciable de riqueza y poder". Hacemos las dos afirmaciones, pero las hacemos por separado. Una vez que hemos definido a nuestro candidato favorito, toda la información subsecuente es vista como información que confirma esa impresión. Esto es el llamado "sesgo de confirmación", descrito aquí por el psicólogo y premio nobel Daniel Kahneman, una de cuyas manifestaciones es el "efecto halo": si ocurre un nuevo evento, ese evento debe ser coherente con nuestras ideas previas. Ese es el origen del doble rasero. Si se me dice que un candidato se alió con un enemigo histórico de su partido, mi juicio sobre el hecho depende del candidato en cuestión: si es mi candidato, diré que es momento de sumar, no de dividir; si es su rival, diré que es un oportunista del que su madre se avergüenza.
Para valorar lo equivocado que uno puede estar en estos juicios, a veces es bueno tomar alguna distancia. Piénsese en Hugo Sánchez. Es el máximo goleador que ha tenido el futbol mexicano y el primero en triunfar en el futbol español. Fue delantero del Real Madrid, y hasta ahora es el único jugador en ganar el título de máximo goleador en cuatro temporadas consecutivas. Era un jugadorazo. Cada tanto nos regalaba estas joyas:
Sin embargo, también era medio sangrón. La faltaba modestia (será porque le sobraba talento). A mucha gente Hugo Sánchez le caía realmente gordo, y la idea de que fuera un gran jugador no forma una imagen coherente con este juicio previo. El "efecto aureola" devolvía la coherencia al explicar así su éxito como goleador: el problema con Hugo, decían varios, es que es un "cazagoles". El cazagoles es un oportunista. Es una persona que sólo le preocupa el gol y nada por el futbol. Por supuesto, esa acusación carece de sentido. En primer lugar, es una afirmación que no procesa el gran talento que hay en goles como el mostrado arriba. Por otro lado, Hugo era delantero... Salir a la caza de los goles es básicamente la descripción del puesto.
Antonio Carbajal, centro delantero de la selección mexicana. Odiaba que le dijeran "cazagoles" |
Por supuesto, es perfectamente posible que Hugo Sánchez o cualquiera sea al mismo tiempo megamamila y un gran futbolista. Nuestras cabezas requieren de cierto entrenamiento para no confundir la falta de coherencia con contradicciones lógicas.
Como veo las cosas, en el debate público de las campañas los seguidores del candidato A se dedican a enumerar las virtudes del candidato A y los defectos del candidato B. No perciben cuando el mismo comportamiento forma parte de las dos listas. De esto se dan cuenta los seguidores del candidato B, y señalan el doble rasero. Los seguidores del candidato A no responderán ajustando sus creencias a la realidad de que los seres humanos, incluidos los candidatos, no pueden ser pura bondad o pura maldad. Mejor señalarán el doble rasero usado por los seguidores de B al confeccionar sus propias listas. Y así hasta el día de la elección.
Hoy, 30 años depués del gol que le clavó Hugo al Logroñés, creo que todos estaremos de acuerdo en que fue un pinche golazo, e incluso podremos acordar que las características personales son irrelevantes al valorar el talento del jugador.
Tal vez en 30 años tengamos un juicio más equilibrado de las virtudes y defectos de nuestros candidatos. Pero no creo: hasta los fanáticos del futbol son más objetivos que los seguidores de los políticos.
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