sábado, 21 de febrero de 2015

¿A qué juegan los políticos kantianos?

En días pasados se publicó esta nota intentando hacer sentido de la estrategia del ministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis, en sus negociaciones con la "troika" (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional). El comentarista trae a colación los antecedentes académicos de Varoufakis, particularmente en su carácter de especialista en teoría de juegos. De acuerdo con este análisis, la estrategia de negociación observada en el equipo griego, basada en fintas y faroles, es "lo opuesto a lo que indicaría la teoría de juegos". Con la lectura del artículo, parece ser que el autor se refiere a que la troika se da cuenta del farol, lo que hace terminará por producir un mal resultado para los griegos.
Hasta aquí, todo normal. Mucha gente está escribiendo sobre Grecia, para bien y para mal, y Varoufakis se ha revelado como un funcionario inusualmente mediático. Pero lo especial en este caso es que el ministro de finanzas contestó personalmente, en un artículo aparecido en el New York Times. Varoufakis sabe que, de hecho, los faroles son parte del instrumental de la teoría de juegos, así que su argumento es en buena medida sobre este aspecto de las negociaciones. Afirma que no hay ningún bluff de parte de Grecia en la negociación, que cuando él enumera los puntos en los que su gobierno no está dispuesto a ceder, realmente quiere decir que en esos puntos no está dispuesto a ceder, aún si esto lleva a no obtener más financiamiento. El problema con la teoría de juegos y toda forma de ver las negociaciones como un juego de engaños, dice el ministro, es que nos sitúa en la "tiranía de las consecuencias". En cambio, describe la forma en la que su gobierno conduce las negociaciones como una "retirada de la teoría de juegos" para basarse en una pauta ética y no estratégica de inspiración kantiana, consistente en "hacer lo correcto" sin importar las consecuencias. Lo "correcto", en este caso, es rechazar la austeridad. El gobierno griego concluye que esta política es lo correcto, dice, "cuando miramos a los ojos de los hambrientos en las calles de nuestras ciudades, o al contemplar a nuestras atribuladas clases medias, o al considerar los intereses de la gente que trabaja duro en cada aldea o ciudad europeas". Lo correcto es promover los intereses de estas personas: "Después de todo, Europa sólo podrá recuperar su alma cuando recupere la confianza de la gente, poniendo sus interés en el centro del escenario".
 El argumento de Varoufakis es interesante porque se trata de un economista "duro" defendiendo una posición muy compartida en ciertos círculos: que existe una contradicción insalvable entre los sujetos éticamente motivados y la racionalidad económica. En este caso, el ministro de finanzas griego nos dice que abandona sus muchos conocimientos en teoría de juegos a fin de poder representar adecuadamente los intereses de los desprotegidos.
Antes de evaluar esto, se debe definir qué es exactamente la teoría de juegos. Se trata de una vertiente de las matemáticas que en ciencias sociales se utiliza para modelar el comportamiento de actores racionales que se encuentran en interacción estratégica.

Y esto es lo que te pasa cuando defines así los juegos
Veamos por partes qué significa que los actores son "racionales" y qué significa la interacción estratégica. La racionalidad en economía tiene un significado muy preciso, que no necesariamente es el mismo que usamos en el lenguaje cotidiano. Significa que la gente ordena sus preferencias de manera "completa" y "transitiva". Si yo tengo que escoger entre un helado, una lechuga y una cerveza, ordenar mis preferencias significa definir si, entre el helado y la lechuga, prefiero el helado, prefiero la lechuga o soy indiferente. El ordenamiento es completo cuando esto se define para cada par en la lista (helado vs. lechuga, helado vs. cerveza y lechuga vs. helado). El ordenamiento es transitivo cuando se cumple la siguiente condición: si prefiero la cerveza a la lechuga y prefiero la lechuga al helado, entonces también prefiero la cerveza al helado. Bien visto, lo que en economía se llama racionalidad no es más que consistencia en las preferencias.
Varoufakis afirma que abandona el principio de racionalidad económica en su comportamiento. Si se me preguntara si esto es cierto, tendría que contestar con toda honestidad que no sé, ni puedo saber. Si se atiende a la definición, necesito conocimiento sobre sus preferencias entre las alternativas que se le presentan en las negociaciones. Sólo sabiendo esto puedo determinar si estas preferencias son completas y transitivas. Si falta alguna de estas dos condiciones, entonces no es racional. Pero, insisto, no puedo saber.

"¡Porque te faltan agallas!"

El otro componente de la teoría de juegos es la interacción estratégica. Cuando los individuos racionales tienen preferencias sobre las alternativas que se les presentan, tomarán las acciones que conducen a la mayor satisfacción. Digamos que Varoufakis está en el supermercado y sólo tiene dinero para comprar una lechuga, una cerveza o un helado. Si su ordenamiento es como el que describí antes, cabe esperar que compre una cerveza. En el supermercado, su satisfacción depende exclusivamente de dos cosas: sus acciones y su presupuesto. En la interacción estratégica, en cambio, existen al menos dos personas a las que se les presentan distintas alternativas sobre las que tienen preferencias. A diferencia de lo que sucede en el supermercado, la alternativa que terminará realizándose depende de las acciones que las dos personas lleven a cabo. Por lo tanto, el grado de satisfacción que obtiene una persona como resultado de la interacción depende de sus propias acciones, pero también de lo que haga la persona con la que interactúa.

En el caso que nos ocupa, Varoufakis no está en el supermercado. Está negociando con la troika. El gobierno griego quiere obtener recursos frescos, nuevas condiciones de pago, expandir el gasto público y mejorar las condiciones del trabajador griego. En cambio, la troika quiere básicamente que Grecia pague sus deudas. Por ello, cualquier replanteamiento de la deuda ya adquirida y todo nuevo préstamo se condiciona a que el gobierno griego tome las medidas que, a entender de la troika, garantizan su capacidad de pago: restricción del gasto público y mejoras a la competitividad (que significa mano de obra barata). Ambas partes requieren un acuerdo. Sin acceso a nuevos recursos financieros, la recuperación en Grecia no llegará. Pero, por otro lado, los acreedores de Grecia tampoco desean una catástrofe, pues situaciones como la suspensión de pagos o la salida de Grecia del euro significan que no recuperarán su dinero. (A esto se puede sumar el interés de los gobiernos de Alemania y Francia por mantener la Unión Europea en su integridad, pero no es indispensable).
Si la negociación real se asemeja a lo aquí descrito, se trata sin duda de una interacción estratégica: la satisfacción (o lo que los economistas llaman la "utilidad") de ambas partes depende de lo que haga el otro. Sin modelar formalmente la situación no puedo llegar a una predicción concreta, pero intuitivamente es sensato anticipar que el acuerdo al que lleguen las partes no será el preferido por ninguna de ellas, sino una alternativa que ninguno considera la ideal pero que para ambos es mejor a la ausencia de acuerdo.
Como dice Varoufakis, desde la teoría de juegos la negociación incluye el bluff: si el gobierno griego consigue convencer a la troika de que está dispuesto a aceptar una catástrofe en una medida mayor a su verdadera disposición a ella, obtendrá más concesiones. Desde este punto de vista, si pensamos por un momento que Varoufakis es racional y está en una interacción estratégica como la mencionada, entonces cabe esperar que diga cosas como "yo no faroleo" y "mi gobierno no es esclavo de las consecuencias", pues una troika crédula y preocupada por las consecuencias le prestará más dinero sin muchas condiciones. Pero, una vez más, estas palabras también corresponden a un actor éticamente motivado que no está dispuesto a hacer nada distinto a "lo correcto".
Veamos más a fondo esto. Volvamos a Varoufakis está en el supermercado, y tiene las preferencias que se dijeron antes. Pero añádase a esto que considera éticamente incorrecto consumir alcohol. Si es un actor que evita acciones incorrectas, comprará lechuga. Los actores kantianos pueden enfrentar situaciones más críticas que prescindir de una cerveza. Por ejemplo, el personaje que interpreta Woody Allen en The Front vende sus servicios de presta nombres a escritores que no pueden trabajar por estar en la Lista Negra de MacCarthy. Cuando este personaje decide no declarar  ante el Comité, renunciando como consecuencia al prestigio, el dinero y la libertad, está sacrificando su bienestar por hacer lo correcto. Es un sujeto kantiano, cuya racionalidad es inconsistente con la racionalidad económica.
¿Qué tienen en común Woody Allen y Varoufakis comiendo tristemente su lechuga? En principio, que ambos asumen personalmente el costo de hacer lo correcto. Aquí es donde falla el argumento de Varoufakis, pues si las negociaciones hubiesen fallado, el costo personal no habría sido tan grave: es un académico destacado que no tendría problemas para encontrar trabajo, incluso en otro país. Pero esto no es lo que tiene en mente Varoufakis. En su artículo afirma que lo correcto es poner los intereses de la gente "en el centro del escenario". A menos que los trabajadores griegos sean también kantianos y estén dispuestos a asumir los costos de la falta de acuerdo, su "interés", al menos en parte, excluye la insolvencia de Grecia (en la medida en que aumentaría sus penurias económicas).
Como Varoufakis dejó una carrera en la que ya tenía prestigio para meterse a un trabajo que comenzó a ser terrible desde el primer día, no tenemos motivos para dudar su sinceridad cuando afirma que su objetivo es promover el bienestar de los trabajadores griegos.  Pero si le creemos también que no obedece a los principios de la racionalidad económica, entonces, entre los resultados concebibles de las negociaciones, sería posible que acepte uno que deje a los trabajadores griegos peor que con alguna alternativa disponible. Puesto de otra forma. Si dos políticos son iguales en que desean promover los intereses de los trabajadores griegos, sólo del racional se puede decir que siempre escogerá la alternativa en la que dichos trabajadores están mejor. Entonces, aunque no es posible saber si Varoufakis es o no racional, sí podemos afirmar que, dados sus objetivos, los trabajadores griegos estarán mejor si Varoufakis es racional y "esclavo de las consecuencias".
En conclusión, la oposición que el ministro plantea entre la racionalidad económica y el desinterés personal no existe en términos absolutos, y menos aún para la situación en la que él se encuentra. A mi juicio, él lo sabe perfectamente. Aunque no he leído sus trabajos, veo en el índice de su introducción a la teoría de juegos que está todo el contenido que debe estar en un libro de este tipo y, al parecer, no existe espacio a ninguna confusión sobre el significado de la racionalidad económica.
Entonces, ¿por qué, si fuese el caso, se expresaría voluntariamente de forma tan imprecisa? Hay dos posibles explicaciones, asumiendo que se encuentra en un juego de información asimétrica, en el que él tiene información sobre él mismo que sus interlocutores no tienen. Una ya fue mencionada. Para promover el bienestar de los trabajadores griegos (que a su entender se logra renunciando a la austeridad), es necesario que convenza a sus interlocutores de la troika de que es un kantiano indiferente a las consecuencias (especialmente, a las consecuencias sobre el bienestar de los griegos). La primera parte de su artículo cumple este objetivo.
Por otro lado, tiene que convencer a los griegos de que es sincero en que sólo le importa el bienestar de la población. El actual gobierno de Grecia es electo en un clima anti político y anti tecnocrático. En muchos países en crisis, se difunde el diagnóstico de que la inmoralidad y el egoísmo de los políticos es causante de las penurias de la población. Partidos como Syriza y Podemos en España afirman que se distinguen de los políticos tradicionales por su mayor espíritu público. Pero como todos los políticos se presentan a sí mismos como unos santos kantianos, la población debe decidir si les cree o no. Este problema de credibilidad es mayor aún para Varoufakis: el perfil del ministro de finanzas griego corresponde al de un tecnócrata “puro” y en sus antecedentes tiene más en común con la odiada euroburocracia de Bruselas que con la “atribulada clase media” griega. Por este motivo, necesita hacer uso del repertorio de la retórica populista, a fin de alejarse de quienes se tiene como causantes de las penurias griegas y aparecer como más cercano a la población.
"Sí, pero con estilo"
Entonces, en la medida en que Syriza es un partido "diferente" al egoísmo y la insensibilidad de los políticos del pasado, es importante para Varoufakis convencer a sus electores de que sus coordenadas son distintas a las que sugieren sus antecedentes. Al plantear una "retirada de la teoría de juegos" para ahora "hacer lo correcto", nos habla de una conversión. La segunda parte del artículo se dirije a este objetivo, y de hecho contradice lo argumentado en la primera parte.
¿Qué tan exitoso ha sido con esto último? Un comentarista del mismo artículo que aquí nos ocupa dice que Varoufakis "presenta un contra-modelo del político tecnocrático (que) aplica la teoría de juegos y siempre trata de ganar… Lo que Varoufakis describe es, en efecto, el retorno del político de convicciones: alguien que tiene una brújula moral en vez de una tecnocrática, y que negocia basado en principios con la mirada puesta en cambiar la sociedad para mejor".
"¿Así, o más fregón?"
Si Varoufakis es racional (en el sentido económico), su artículo le sirve para engañar a la troika sobre sus verdaderas intenciones y convencer a la población griega de la sinceridad de las mismas intenciones. Si para ello incurre en afirmaciones que los académicos consideramos imprecisas, e incluso una abierta contradicción, es lo de menos: es un político de convicciones que tiene cosas más importantes que atender.