viernes, 9 de octubre de 2015

El fetichismo de la parrafada

El día de hoy me enteré de que al menos dos revistas de ciencias sociales publicadas por la UNAM tienen como norma para sus artículos que su extensión mínima sea de 8 mil palabras y la máxima de 12 mil. Se trata de la Revista Mexicana de Sociología y la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Lo que me llama la atención es el mínimo de 8 mil palabras, que equivale más o menos a 30 cuartillas a doble espacio.
Aquí conviene ser preciso. El  criterio editorial de un mínimo de 8 mil palabras significa que, si usted, querido lector, amable lectora, manda un artículo a una de estas revistas, y este artículo tiene menos de 8 mil palabras, entonces la revista rechazará el artículo sin siquiera mandarlo a revisión por pares. Me permito ser aun más claro: si su artículo tiene 7,105 palabras, será rechazado sin evaluar su calidad.
De inmediato viene a la mente la tesis de John Nash, que con 25 paginitasm le traería el premio Nobel. Pues en la RMS o en la RMCPS ameritaría una una amable carta con la palabra "lamentablemente".
"¡Y gracias por participar!"
Pero no hace falta ir tan lejos. Por ejemplo, un equipo de sociólogos coordinado por el profesor van de Rijt recientemente publicó resultados de un estudio con evidencia del "Efecto Mateo" en diversos ámbitos de la vida social. Dos notas:
1) El Efecto Mateo fue formulado por R. Merton y postula que las diferencias en el éxito observado en los individuos no se deben a diferencias de talento o mérito, sino a pequeñas ventajas iniciales debidas al azar y que se van magnificando con el tiempo (toma el nombre del Evangelio homónimo: "Aquél que tiene recibirá más").
2)  La evidencia que proporciona el estudio es experimental.
Entonces tenemos un estudio con resultados de gran valor sustantivo y teórico, respaldados por el diseño de investigación más riguroso a nuestro alcance. Cualquiera diría que una revista científica se moriría por publicar algo así. Pues no las dos revistas que nos ocupan: su extensión es de 6 mil palabras.
Sencillamente no se comprende cómo es que se llegó a este criterio de un mínimo de palabras. ¿Se entenderá cómo un criterio de calidad? Revisé la guía para autores de la American Political Science Review. No hay criterio de calidad que no sea enunciado, y resulta bastante extensa.
"Pues que la publiquen en la Revista Mexicana de Sociología"
Y no, no se hace referencia a ningún mínimo de palabras, aunque sí que son enfáticos con el máximo.
Esta preferencia por la extensión está bastante arraigada entre los científicos sociales de América Latina. Los y las estudiantes que han escuchado juicios del tipo "una tesis de doctorado no puede tener sólo 250 páginas" saben a lo que me refiero.
Esta preferencia podría justificarse en que las ciencias sociales exigen un desarrollo más amplio de los temas, que incluye, por ejemplo, una discusión minuciosa de los conceptos. Algunos autores dan sustento a esta idea. Juan Linz, un grande de la sociología política, parece haber sido incapaz de sentarse a escribir un artículo sin terminar escribiendo un libro. Es más, es claro que una exposición descuidada y poco rigurosa redundaría en un artículo corto.
Pero aún si éste es el caso, la extensión mínima apropiada no se puede sencillamente presuponer. Para saber si la revisión y discusión  de la literatura es incompleta, es indispensables leer el artículo en cuestión. Lo mismo vale para el caso de la adecuada definición de los conceptos, la claridad de la metodología y la interpretación de los resultados. Corresponde a los dictaminadores anónimos juzgar esto, como uno de los criterios a tener en cuenta en el juicio sobre la calidad global de la contribución.
Creo que es momento de que los consejos editoriales de las revistas comentadas se cuestionen sobre la necesidad de insistir en esta norma que, es muy claro, les viene heredada de una época en la que escribir un obra sociológica se concebía como algo similar a escribir una novela de Tolstoi (y en la que seguramente aún vivía Tostoi).
En lo personal, creo que para artículos científicos la regla sobre la cantidad de páginas tendría que ser la misma que aplica para el uso de la fuerza pública: la mínima indispensable.





viernes, 19 de junio de 2015

¿Hay en México voto de castigo?

"El voto de castigo no sirve". Esta es una postura muy común entre quienes sostienen las posiciones más críticas hacia el sistema de partidos de México, o hacia la clase política mexicana o como quiera usted llamarle.
¿Qué significa esto? El voto de castigo significa que los electores utilizan el desempeño como criterio para asignar el voto: observan los resultados de la gestión presidencial y, si están satisfechos con lo que observan, votan por el partido en el poder; en caso contrario, votan por la oposición. El voto de castigo es un voto condicionado al desempeño.
El voto de castigo funciona cuando los políticos gobiernan "bien" porque temen ser expulsados del poder si gobiernan "mal". Afirmar que el voto de castigo no sirve o no ha servido en México significa que los electores ya han practicado condicionar su voto y los políticos siguen gobernando "mal". Creo que, para poder hacer ese juicio, primero se tiene que evaluar hasta qué punto los electores condicionan su voto al desempeño.
En las elecciones legislativas recientes, algunos comentaristas se apresuraron a afirmar que, como el PRI obtuvo la mayoría de votos, no hubo voto de castigo. Eso es no pensar bien las cosas. Si la gente aprueba al gobierno y vota por el partido en el gobierno, eso también es parte del voto de castigo. Como analistas tendríamos que al menos imaginar esa posibilidad.
"Pero es que tú no entiendes... A MÍ me CAGA el PRI"
El voto de castigo no se trata de votar o no por el gobierno, sino de qué tanto ese voto depende del desempeño gubernamental.
El asunto es que la gente no sólo vota tomando en cuenta la gestión. Mucha gente vota siguiendo su ideología o su identificación partidista. Si siempre voto por el mismo partido, mi gobernante no tiene incentivos para desempeñarse bien: si es de mi partido, votaré por él sin importar lo mal que gobierne; si no es de mi partido, votaré en su contra aunque gobierne muy bien. Mi voto es insensible al desempeño. En el otro extremo, hay electores que hacen responsable al gobierno de prácticamente cualquier cosa.
"!No vuelvo a votar por el PRI¡"

Para evaluar hasta qué punto la gente en México tiene o no predisposición al voto de castigo, utilizo datos de la encuesta Latinobarómetro del año 2013. La gráfica de abajo muestra, para cada país, cuánto cambia la probabilidad en la intención de votar por el partido en el gobierno cuando se pasa de creer que la economía está "mucho mejor" que el año anterior a creer que está "mucho peor". Un cambio negativo significa que la probabilidad de voto por el gobierno se reduce, y mientras más pronunciado sea ese cambio, podemos decir que es mayor la disposición a condicoionar el voto al desempeño. Es un ejercicio preliminar y sólo se controla por identificación partidista, pero creo que la idea es muy clara.

Existe un grupo de seis países (Uruguay, El Salvador, Bolivia, Argentina, Ecuador y Venezuela) en los que el paso de una buena evaluación de la economía a una mala evaluación reduce la probabilidad de voto por el partido en el gobierno en más de 45%. México, en cambio, está en el extremo opuesto y muy claramente separado de este primer grupo. En México, el efecto de la mala evaluación de la economía en la probabilidad de votar por el partido en el gobierno es de menos de la mitad de ese umbral, al ubicarse en 24%.
Entonces, afirmar que en México el voto de castigo no sirve es totalmente impreciso, a menos que "no sirve" signifique "no se usa". Los electores mexicanos sencillamente no tienen muy en cuenta el desempeño económico al definir su voto.
¿Por qué es así? Esta es una cuestión que tendría que evaluarse con cuidado, pues siempre hay una explicación facilota si nos da flojera pensar.
"Para mí que es la cultura"
A la mejor, pero también podría haber otras razones. Por ejemplo, de nuestro grupo de seis países con altísimo voto de castigo, en cuatro hay reelección consecutiva.
Otra cuestió separada es si las diferencias en la propensión a condicionar el voto al desempeño generan efectivamente diferencias en la calidad de esos gobiernos. Eso es un poco más difícil de evaluar. Sin embargo, en la siguiente gráfica se muestra que los países menos dados al voto de castigo son, a la vez, los países menos satisfechos con el funcionamiento de la democracia.
No extraña que los ciudadanos de dichos países estén tan descontentos: finalmente, ahí no hay nadie que se encargue de obligar a los políticos a gobernar con honestidad y eficiencia.

Nota 1: Las cantidades de la gráfica 1 provienen de un modelo logístico binomial en el que la variable dependiente es 1 si se declara la intención de votar por el partido en el gobierno "si hoy fueran las elecciones" y 0 para otro partido, nulo y abstención. La variable independiente de interés va de 1 (la situación económica del país está "mucho mejor") a 5 (está "mucho peor"). Se incluyen dummies por país y la interacción de cada duumy con la variable de evaluación de la economía.

Nota 2: Como sabe cualquier politólogo, lo de los tiburones es neta.








domingo, 14 de junio de 2015

Elecciones en México 2015: la eficiacia del PRI, el desencanto izquierdista y el voto nulo

El pasado 7 de junio se celebraron elecciones en México para renovar la Cámara de Diputados.

Entre las elecciones de 2012 y las actuales, el PRI pasó del 32% de la votación total al 29%, una reducción de 3 puntos que puede ser interpretada como derrota. Propiamente, no lo es. En elecciones intermedias, es de esperarse que el partido que obtuvo la presidencia reduzca su votación. Aún sin el llamado "desgaste" de estar en el gobierno, el partido no cuenta con el arrastre del candidato que resultó ganador. Así, en las elecciones intermedias de 2009, el PAN cayó del 33% que obtuvo en el 2006 al 28%, y en 2003, la caída fue del 39 al 31%. En 1997, aunque el PRI obtuvo un 38%, la votación previa había sido de 50%.
Por otro lado, combinando las diputaciones obtenidas en los distritos por mayoría con las de representación proporcional, al parecer el PRI obtendrá 203 escaños, poco más del 40%. Compárese esto con las bancadas del gobernante PAN en las intermedias de 2003 y 2009: 29.6% y 28.4%.
¿Qué explica que el PRI y el PAN tengan resultados tan distintos en diputaciones, para votaciones tan similares?
Me parece que parte de la explicación está en la capacidad del PRI para mantenerse como la fuerza más votada (más allá de posibles pérdidas marginales de votos) en el nivel de los 300 distritos, beneficiándose así de la regla de mayoría simple. El PRI tiene más distritos "seguros" y, en 2015, tuvo una mayor capacidad que sus competidores tanto para retener sus propios distritos seguros como para incursionar en territorio de otros partidos.
En la gráfica de abajo, el eje horizontal es un indicador de la fuerza del PRI en cada distrito, según los resultados obtenidos en las elecciones de 2006 a 20012: si el indicador tiene valores positivos, pro ejemplo de .2, es que se tiene la expectativa de que el PRI gane ese distrito por una diferencia de 20% con respecto al segundo lugar; si tiene un valor negativo, digamos que de -.13, es que se tiene la expectativa de que el PRI pierda en ese distrito por 13 puntos de distancia con respecto al ganador (abajo, detalles sobre como se calcula eso). En el eje de vertical, se presenta la diferencia de la proporción de votos del PRI con respecto a la proporción de votos del partido más votado entre sus competidores. Valores positivos señalan 1) que ganó ese distrito y 2) la distancia con respecto al segundo lugar. Valores negativos señalan 1) que perdió ese distrito y 2) la difeerencia con respecto al primer lugar. El partido ganador en cada distrito es idenificado por el color. La pongo grande, para que la aprecien en todo su esplendor ;)

De los 300 distritos, a partir de los resultados del pasado se esperaba que el PRI triunfara en 136. De esos, ganó efectivamente en 117 distritos (el 86%). De los 19 que perdió, la mayor parte (8) fue a manos del PAN, seguido por 5 de Movimiento Ciudadano. El PRD únicamente obtuvo 3 de estos distritos y Morena 2. Un detalle con alto valor simbólico es que el único candidato sin partido que ganó en esta elección lo hizo en un distrito priista.
Ahora bien, de los 164 distritos en los que se esperaba que el PRI no ganara, este partido ganó 66, más que compensando los 19 distritos anteriormente mencionados. De estos 66 distritos recuperados, únicamente en 7 se trataba una candidatura común PRI/Verde, por lo que estas alianzas no parecen ser un factor.
La "duck face" expresa su decepción

Más allá de las posibles explicaciones, el hecho es que el principal perjudicado de estas incursiones fue el PAN. Abajo se muestra la relación entre el desempeño electoral del PAN en 2015 y su fuerza histórica, en los mismos términos que la gráfica anterior.
Dada su fuerza electoral previa, se esperaba el triunfo del PAN en 90 distritos. De ellos, retuvo 43 (el 47.8 %). De los 47 que perdió 39, fueron para el PRI, 6 para Movimiento Ciudadano y 2 para el PRD. En contraparte, a diferencia del PRI, estas pérdidas no se ven compensadas en número suficiente por victorias en territorio de sus competidores, pues únicamente ganó en 13 distritos en los que se esperaba que perdiera.
A continuación, la gráfica correspondiente al PRD:

Se esperaba el triunfo del PRD en 61 distritos, de los cuales retuvo 28, o el 45%, una tasa similar a la del PAN. Por otro lado, únicamente obtuvo el triunfo en 6 de los distritos en los que se espera su derrota. De los 33 distritos fuertes que perdió el PRD, 19 fueron ganados por el PRI y sólo tres por el PAN. El dato más notable, sin embargo, es que de los 14 distritos ganados por el Morena, 11 corresponden a distritos en los que se esperaba el triunfo del PRD.
Se concluye que el patrón de competencia es de esta forma:
-De los 300 distritos, en 188 (63%) casos el partido ganador es el que se esperaba con base en la historia electoral.
-Sin embargo, la capacidad del PRI para retener sus distritos fuertes fue mayor que la mostrada por el PAN y el PRD.
-Asimismo, la capacidad del PRI para incursionar en territorio de sus competidores fue mayor que la mostrada por el PAN y el PRD. De los 99 distritos ganados por un partido distinto al esperado, 66 fueron ganados por el PRI.
-De 13 distritos en los que no se esperaba el triunfo de ninguno de los tres partidos principales, 8 fueron ganados por el PRI.
-Prácticamente la totalidad de los distritos ganados por Morena fue a costa del PRD.
Parece muy claro que la debacle del PRD está asociada al éxito de Morena. De hecho, es posible que prácticamente la totalidad de los votos, más que los distritos, de Morena haya sido a costa del partido del que se escindió, el PRD, y eso es como lo peor que le puede pasar a un partido.
"Bueno, depende ¿De qué partido estamos hablando?"
Es pertinente vincular esta discusión con la tenida antes de la elección sobre los efectos del voto nulo. Recientemente, el especialista Javier Aparicio mostró que el porcentaje de voto nulo tiene una asociación positiva con el porcentaje de votos de Morena y negativa con el porcentaje de votos del PRI.
Vamos por partes. El siguiente panel presenta la gráfica con la asociación entre voto nulo y voto por Morena, y a su lado una gráfica con la asociación entre la fuerza del PRD y el voto por Morena. Los distritos correspondientes al Distrito Federal son identificados con las siglas DF.

Ambas asociaciones son bastante fuertes, pero la relación positiva entre el voto por Morena y la fuerza pasada del PRD no sólo es más fuerte, sino presenta, digamos, "rendimientos crecientes": la tasa con la que Morena se beneficia de la fuerza previa del PRD es mayor a medida que aumenta la fuerza del PRD (amigos quants: no anden menospreciando, la regresión múltiple con ambas variables y sus cuadrados respalda esta afirmación),
Esto es consistente con la idea de que Morena está capturando una parte importante del voto perredista.
La "duck face" expresa su decepción
Para interpretar adecuadamente estas asociaciones, lo primero que tenemos que preguntarnos, como apunta Nicolás Loza, es sobre el origen de los anulistas. En una entrada anterior, mostré que en las elecciones de 2012, entre la gente que evalúa mal al gobierno y tiene una mala opinión hacia el PRI y el PAN, el paso de una opinión favorable hacia el PRD a una desfavorable incrementaba la probabilidad de anular el voto. Al mismo tiempo, se mostró que entre los antipartidistas, en la medida en que había un voto de castigo, este beneficiaba a López Obrador.
Esto me lleva a pensar que el terreno de cacería natural para Morena está entre el público de la izquierda "desencantada": es decir, gente que por motivos ideológicos jamás votaría por la derecha, pero tiene una mala opinión del PRD. Estos electores son propnesos a la abstención y al voto nulo,  pero López Obrador parece guardar alguna credibilidad como personaje distinto a los políticos tradicionales.
¿Qué pasaría si las cosas son así? Para ilustrar la idea, supóngase que el Distrito A se compone de 100 electores y 10 son de izquierda desencantada. De ellos, 4 anulan su voto y 6 votan por Morena. Del resto, 20 votan por el PRD, 30 votan por el PAN y 40 vota por el PRI. El distrito B es idéntico al A, salvo que 10 electores adicionales son de la izquierda desencantada, es decir que se restan al PRD. Si Morena recupera votos de este grupo a la misma tasa que en el distrito A, entonces tenemos que los votos son 8 nulos, 12 de Morena, 10 del PRD 30 del PAN y 40 del PRI. El distrito A tiene 96 votos válidos. El distrito B tiene 92 votos válidos. El siguiente cuadro muestra el porcentaje de votos de los partidoscon respecto a los votos válidos. El porcentaje del voto nulo es sobre el total de votos (100).

Distrito A
Distrito B
PRI
41.7
43.5
PAN
31.3
32.6
PRD
20.8
10.9
Morena
6.3
13.0
Nulos
4
8

El ejemplo ilustra que, si el voto nulo y el voto por Morena se alimentan de un mismo perfil de elector, el "desencantado de izquierda", entonces cabe esperar una correlación entre el voto nulo y el voto por Morena como la observada. Aclaro: no se trata de desencanto de la política o desencanto al sistema de partidos. Es un sector electoral muy específico que castiga a un partido en particular (dado que jamás votaría por los otros).
Se notará también que, aunque el intercambio de votos es entre PRD, Morena y anulación, la proporción de la votación del PRI y el PAN aumenta para la misma cantidad de votos. De hecho, aumenta más para el PRI (1.8) que para el PAN (1.4). Esto, como ya se discutió, es un efecto predecible e inevitable que se sigue de la reducción del valor del denominador, formado por la cantidad de votos válidos.
Sin embargo, queda el hecho de que en esta elección y en anteriores el voto por el PRI tiene una asociación negativa con el voto nulo. Esta asociación ha sido interpretada aquí como evidencia suficiente de que el voto nulo no beneficia al PRI. Pero esto puede ser explicado si se toma en cuenta que no todo el voto nulo es voto de protesta. Los que convocan son intelectuales destacados, y en algunos casos bastante vociferantes. Sin embargo, una buena parte (posiblemente la mayor parte) del voto nulo es una papeleta involuntariamente anulada: gente que tenía la intención de emitir un voto por un candidato o candidata, pero cometió un error. Un encuesta reciente de Parametría muestra que la población con menos escolaridad es más propensa a votar por el PRI. De igual forma, es un hecho conocido que buena parte del voto duro priista reside en zonas rurales. Si estas características de los individuos hacen más probable que comentan errores al llenar la boleta, tendríamos entonces que alguna porción de los votos nulos involuntarios (distintos a los de protesta) afectan negativamente al PRI, y ahí tiene usted su correlación.


Nota 1: Indicador de fuerza del partido en cada distrito: La fuerza de un partido en determinado distrito se puede medir por el número de veces que lo gana, pero también por la magnitud del triunfo: si se gana un distrito en tres ocasiones por el 2% de los votos en cada una, entonces es un distrito competido, a diferencia, por ejemplo, de un distrito ganado tres veces por una ventaja de 12%.
Entonces, uso un indicador de fuerza partidista en los siguientes términos: para cada elección de diputados por mayoría, se mide la diferencia entre la proporción del partido en cuestión y la proporción del partido más votado del resto de los competidores en ese distrito. El indicador de fuerza partidista es el promedio de esa cifra para los años 2006, 2009 y 2012.
En el caso del PRI y del PRD, lo que se contabiliza es la proporción de los votos obtenidos por el candidato presentado por dichos partidos. Así, si un candidato es apoyado tanto por el PRI como por el Verde, se cuenta la totalidad de los votos obtenidos por ese candidato.
Nota 2: Los datos fueron recopilados cuando no se había concluido el conteo, si bien con más de 98 por ciento de avance. Al día de hoy (14 de junio) parece ser que el PRI ganó 185 distritos y no 183. Uno de ellos aparece aquí como ganado por el PAN y otro por Movimiento Ciudadano.

miércoles, 3 de junio de 2015

El voto nulo como voto de castigo

El llamado a anular el voto hecho por un grupo de intelectuales mexicanos ha tenido algún impacto en la discusión pública, al grado de generar un debate sobre qué hacer en las elecciones cuando hay descontento con el funcionamiento del sistema político. Tal como se han dado los argumentos, el debate se presenta como una alternativa entre el voto nulo y el voto de castigo. Los argumentos de ambas partes están muy bien representados en esta mesa de debate:

El intercambio ilustra una constante del debate que es que a veces parece que las partes hablan idiomas distintos. En particular, en este vídeo llama mucho la atención como una defensora del voto nulo realmente no entiende cuál es lógica que subyace en el argumento del promotor del voto de castigo.
"Es que nunca lo escuché cuando estuvimos en Los Pinos"

El desacuerdo es menos entendible si se toma en cuenta que ambas posturas parten de la misma premisa: no importa cuál sea su partido político ni su ideología, los gobernantes son propensos a abusar de su cargo a costa de los intereses de los electores.
A partir de esta premisa, la postura del voto de castigo es la siguiente: si votas por el partido del gobierno cuando sus resultados son buenos, y votas por la oposición cuando los resultados son malos, los gobernantes harán lo que esté a su alcance para evitar la sanción electoral que los expulse del poder por su mal desempeño.
Nótese que el voto de castigo es consistente con la idea de que los políticos son unos sujetos que por sí mismos no van a gobernar bien, y por lo tanto hay que imponerles un costo al mal desempeño.
En cambio, los anulistas no son capaces de explicar por qué esos políticos tan venales súbitamente recapacitarían y cambiarían su actitud  frente a un evento que no les impone ningún costo (o sea, el voto nulo).
O bueno, a la mejor lo estuvieron platicando en Los Pinos
Pero, por otro lado, un supuesto implícito del argumento del voto de castigo es que a los ciudadanos sólo les importa tener un buen gobierno, y en consecuencia son indiferentes a qué partido esté en el poder ni cuál sea su programa de gobierno.
Para ilustrar el comportamiento del voto de castigo utilizo los resultados del análisis de una encuesta post electoral correspondiente a las elecciones presidenciales de 2012 (ver detalles al final). El grado de voto de castigo será evaluado como el cambio en la orientación del voto que se registra en los individuos como consecuencia del paso de estar de acuerdo con la forma en que gobierna Calderón a estar en desacuerdo.
Para medir las orientaciones afectivas hacia los partidos, se usa la respuesta que dan los encuestados cuando les pregunta qué tanto les gusta cada partido en una escala de 0 a 10.
En la siguiente gráfica se presenta, para los ciudadanos neutrales hacia los tres partidos (a los tres le asignan una calificación de 5), la probabilidad de haber votado por los candidatos de cada uno de los partidos, así como de haberse abstenido y de haber anulado el voto. La primera barra representa la probabilidad cuando se está de acuerdo con el gobierno de Calderon, y la segunda barra representa la probabilidad cuando se está en desacuerdo. Se controla por diversos determinantes del voto.

El paso de una buena a una mala evaluación del gobierno se convierte en una reducción  de 9% en la probabilidad de voto por la candidata del PAN. Esta reducción beneficia de manera casi integra la oposición: la probabilidad de voto nulo no cambia significativamente y la probabilidad de abstrención se reduce. Así es como se supone que debe operar el mecanismo del voto de castigo.
El hecho de que el principal beneficiario del voto de castigo haya sido López Obrador y no Peña Nieto es interesante en sí mismo.  Una posibilidad es que los electores que castigaron al PAN hayan percibido diferencias importantes entre los dos candidatos de la oposición.
Sin embargo, el supuesto de neutralidad hacia los partidos políticos no necesariamente corresponde a la forma en que éstos son percibidos por la mayoría los electores. Por ejemplo, en México mucha gente orienta su voto a partir de su identificación partidista, lo que en la mayoría de los casos significa que se tienen orientaciones afectivas positivas hacia un partido determinado que son acompañadas de valoraciones negativas hacia los demás partidos. Por otro lado, los electores antipartidistas pueden definirse como aquellos que tienen orientaciones negativas hacia todos los partidos.
Si se tiene una mala opinión de un partido político determinado, resultará muy difícil otorgarle el voto a ese partido aún si deseo castigar al partido en el gobierno por su mal desempeño
Veamos hasta qué grado es así.
Las siguientes gráficas presentan el cambio en la probabilidad de voto cuando le valuación del gobierno de Calderón pasa de buena a mala para cada uno los niveles de valoración del PAN. De igual forma, se trata de una situación en la que se tiene la peor valoración tanto del PRI como del PRD. Así, el extremo izquierdo de la gráfica representa a los electores que tienen actitudes anti partidistas (opinan mal de todos los partidos), mientras que el extremo derecho representa a los identificados "puros": aquellos que tienen la mejor opinión del PAN y la peor opinión del PRI y el PRD.
Primero se muestra el cambio en la probabilidad de voto por Josefina Vázquez Mota y el cambio en la probabilidad de voto por López obrador (como en todos los valores el cambio en la probabilidad de voto por Peña Nieto es minúsculo o no significativo, se omite de la gráfica).

En los niveles centrales, que corresponden a una relativa neutralidad hacia el PAN, es cuando la probabilidad de voto por Vázquez Mota se ve más afectada por una evaluación negativa del gobierno. En cambio, en los extremos de peor y mejor opinión del PAN la probabilidad de voto por Vázquez Mota es menos sensible al cambio en la valoración del gobierno.
La probabilidad de voto por López obrador aumenta cuando la valoración del gobierno empeora, pero este efecto se da fundamentalmente entre quienes tienen muy mala opinión del PAN y quienes son indiferentes hacia este partido. Esto nos dice que López Obrador como figura logró, a diferencia de Peña Nieto, poner una distancia con respecto a su partido y así beneficiarse del voto de castigo. Sin embargo, esto no ocurre cuando los electores tienen sentimientos positivos hacia el PAN.
En la segunda gráfica, se muestra para las mismas situaciones de la primera el cambio en la probabilidad de abstenerse y de anular el voto cuando se pasa de una buena a una mala opinión del gobierno de Calderón.
En el extremo correspondiente a las orientaciones antiparidistas, vemos que la valoración negativa del gobierno se acompaña de una reducción de la probabilidad de votar y un incremento en la probabilidad de votar nulo. Para valores superiores en las orientaciones afectivas hacia el PAN, el cambio en la probabilidad de abstenerse deja de ser significativo. La probabilidad de anular siempre aumenta, aunque de manera cada vez más reducida a medida que la valoración del PAN se va haciendo mejor.
En conjunto, las dos gráficas nos presentan el siguiente panorama:
  • Entre los electores antipartidistas, típicamente propensos al abstencionismo, el juicio negativo de la gestión indujo a la participación electoral en favor principalmente del voto nulo y, en menor medida, del voto por López Obrador.
  • El rechazo a su partido de origen pone un límite al grado en que López Obrador se beneficia electoralmente de la mala opinión de la gestión presidencial.
  • Entre los electores identificados con el PAN, la mala evaluación del gobierno tiene un impacto reducido. Sin embargo, en la medida en que lo tiene, la mala opinión del PRI y del PRD impide que se beneficie alguno de sus candidatos. La reducción en la probabilidad de voto de Vázquez Mota inducida por la mala evaluación del presidente se convierte de manera íntegra en un incremento en la probabilidad de voto nulo.
Desde cierto punto de vista, la oposición entre voto nulo y voto de castigo no es tan extrema como puede parecer inicialmente. Si se considera al cambio en el voto inducido por una mala evaluación de la gestión, tenemos estas posibilidades: 1) entre los electores neutrales hacia los partidos aumenta la probabilidad de voto por la oposición (el voto de castigo tradicional), 2) entre los electores antipartidistas y los identificados con el partido en el gobierno aumenta la probabilidad de voto nulo. El voto nulo es el voto de castigo de los antipartidistas y los identificados.
Para hacer sentido de las posturas de quienes hoy rechazan el voto de castigo en favor del voto nulo, parece más apropiado pensar en ciudadanos con profundas aversiones hacia los partidos políticos que en ciudadanos exclusivamente orientados a la mejora de los resultados del gobierno. Pero podría añadirse un poco más. Honestamente no creo ser abusivo si afirmo que una buena parte de los actuales anulistas se ubica en la izquierda ideológica. Muchos de ellos hasta hace poco tenían actitudes filo-perredistas o abiertamente militaban en este partido. Adicionalmente, el anulista típico tiene una mala opinión del desempeño del gobierno y su valoración de los partidos de la derecha es mala.
En la medida en que se me conceda esta caracterización, cabe preguntarse si no estamos en un caso en el que, para efectos prácticos, los verdaderos "castigados" son los partidos de izquierda, que por algún motivo vieron disminuido el afecto que estos personajes tuvieron por ellos en algún momento. Aunque hablen de un rechazo al sistema de partidos, si mi argumento es correcto el PRI y el PAN jamás estarán contemplados entre sus opciones de voto. Por lo tanto, en cuanto este grupo deja de ver al PRD (y a Morena) con buena disposición, se queda sin alternativas para destinar su voto en situaciones de mal desempeño.
En las elecciones del 2012, un perfil similar al de los promotores del voto nulo estuvo dado por los electores que valoraban negativamente al PAN y al PRI (con 0) y se manifestaban en desacuerdo con la gestión de Calderón. Un cambio como el experimentado por los anulistas sería pasar de valorar razonablemente bien al PRD (con calificación de 7) a valorarlo con calificación de 0; es decir, de tal forma que el PRD es "uno más" con sus competidores. Este cambio en la valoración del PRD representa una reducción 73% en la probabilidad de votar por López Obrador y un incremento de 35% en la probabilidad de abstención, 23% en la probabilidad de voto nulo y de 14% en la probabilidad de voto por el PRI.
Entonces, lo que observamos en los anulistas es más o menos lo que cabe esperar dadas la circunstancias por las que atraviesan. El llamado al voto nulo sería una estrategia de un grupo de intelectuales para coordinar sus acciones con electores de perfil similar al suyo, a fin de transferir votos de la tendencia predominante entre ellos (la abstención) a la segunda opción más socorrida: el voto nulo, considerado más cívico.
Sin embargo, en este caso vale la pena prestar atención no tanto al cambio en las probabilidades de voto, como a las probabilidades representadas por cada situación.

En el cambio de opinión sobre el PRD, la probabilidad de voto por López Obrador desciende a la par que lo más probable es el voto nulo o la abstención. Sin embargo, si se considera sólo los votos que serán tomados en cuenta para determinar el ganador, vean quién, súbitamente, vuelve a estar en la pelea.



Nota: Véase aquí para los comandos en Stata utilizados para generar las variables, el modelo de análisis y las distintas simulaciones.
 







sábado, 28 de marzo de 2015

¿A quién favorece el voto nulo?

Como en las pasadas elecciones intermedias de 2009, un grupo de intelectuales convoca a la ciudadanía a anular su voto como una forma de castigar a todos los partidos políticos por lo que, al parecer, consideran un desempeño uniformemente lamentable. Hay evidencia de que en la pasada ocasión este llamado tuvo algún éxito, al menos en términos de elevar el nivel de voto nulo por encima del nivel normal de 2.85% (en promedio) a 5.4%. Se supone que la intención es comunicar un mensaje a la clase política castigando a todos los partidos. Cabe pensar que el primer mensaje no fue los suficientemente eficaz como para motivar el cambio en al menos un partido, ya que hoy se pretende enviar el mismo mensaje. Ignoro las razones por las que se espera que esta vez el mensaje sí tendrá efecto.
"Y no lo pienso volver a repetir, ¿de acuerdo?"
Con todo, la convocatoria a anular el voto parece haber llamado la atención de Andrés Manuel López Obrador, líder de Morena, que por primera vez participará en una elección. Por supuesto, está en contra. No sólo porque eso es más o menos lo que él hace. En este caso en particular, su motivación es que "Si no participamos, si no votamos, eso ayuda al régimen, a la mafia del poder… eso es lo que quiere la oligarquía, que la gente no participe".
Esta acusación tiene su gracia. Quienes promueven el voto duro no son precisamente figuras vinculadas con el gobierno priitsta. Todo lo contrario, la gran mayoría de ellos tiene antecedentes antipriistas irreprochables, y es claro que lo último que quieren es que, con sus acciones, el PRI se fortalezca.
Tal vez por este motivo, uno de los convocantes a la anulación del voto, José Antonio Crespo, escribió este más que razonable artículo que se pregunta sobre la relación entre abstencionismo y voto por el PRI. Con datos de una encuesta de 2009, muestra que, con una participación del 100%, el PRI no necesariamente se habría visto muy perjudicado; en cambio, dice, el mayor incremento de votos se habría dado en el sector del voto nulo. Es decir: el incremento del voto nulo no se habría, asumiendo participación total, no necesariamente hace más fuerte al PRI.
La forma en que Crespo defiende su punto de vista es adecuada y empírica: qué pasa si los únicos votos no válidos hubiesen sido los nulos. Poco después, Octavio Rodríguez Araujo respondió a Crespo afirmando que el abstencionismo sí favorece el PRI. Dice:
"yo he sido de los que afirman que una mayor abstención beneficia al PRI (…), lo he dicho porque, entre otras razones, es el partido en el poder (y el poder influye mucho en las conductas ciudadanas...). Mi argumento no es que el PRI se beneficie con la abstención... sino que el poder es el que se beneficia ya que la mayoría de votos de un partido es en función de la votación total válida y no del número de ciudadanos, voten o no. El aparato y los recursos del gobierno en turno, sean del partido que sean, se usan".
Rodríguez Araujo afirma aqui dos cosas que en realidad no van juntas. El abstencionismo, en este argumento, beneficia no al PRI como tal sino al partido que esté en el poder. Parte de la razón es que el poder moviliza sus recursos. La otra parte es que "la mayoría de votos de un partido es en función de la votación total válida y no del número de ciudadanos, voten o no".
Una minucia: los votos de un partido no son una función de los votos válidos. Si un partido tiene 1,500 votos, esos son los que tiene sin importar el total de votos válidos. Lo que sí es una función de los votos válidos es la proporción de los votos que obtiene un partido, porque 1,500 votos es una proporción mayor o menor dependiendo de si el denominador (los votos válidos) es una cantidad menor o mayor. Supongo que a eso se refiere Rodríguez Araujo.
Pero la operación que se realiza para obtener la proporción de votos es matemática. Es decir, cuando divides una cifra por la votación válida, la operación matemática registra números, y es insensible a  la ideología de esos números o si corresponden al partido en el poder o a partidos en la oposición.
"No podemos calcular el diámetro: el denominador sólo quiere admitir números de la derecha"
Sin embargo, aunque  esa parte de la explicación no se sostiene, podría haber aquí una intuición fuerte. El total de votos válidos, repito, es la suma de los votos obtenidos por cada uno de los partidos. Dicha suma no distingue qué partido está en el poder y qué partido no está en el poder. Lo que sí distingue es la magnitud de las cantidades. El éxito del llamado a anular el voto (o, en su caso, a abstenerse) puede influir en la cantidad abosluta que se registra en la votación válida y, por lo tanto, en la proporción de votos que obtiene cada partido.
Esta es importante porque la asignación de diputaciones por representación porporiconal usa la proporción de escaños: el número de escaños que recibe cada partido es igual al entero que resulte de multiplicar 200 por la proporción de sus votos (sobre los votos válidos). Entonces, mientras mayor sea su proporción, mayor será la cantidad de escaños que obtendrá.
Es por este motivo que importa saber si algún partido se beneficiaría de los votos nulos, como un hecho puramente matemático debido a los cambios que produce en la votación válida.
Crespo sólo considera (o sólo parece considerar) uno de los posibles efectos del llamado a anular el voto: convencer a la gente de que, en vez de abstenerse, se presente a la urna. Si ese fuese el único efecto, el llamado no tendría consecuencias en la proporción de cada partido, pues cuando quienes pensaban abstenerse se presentan a anular su boleta, la votación válida permanece inalterada.
Pero existe otra posiblilidad. El llamado al voto nulo puede convencer a quienes se sienten propensos a votar por otro partido. Por ejemplo,  a una persona que decidiera votar por el partido más cercano a sus posiciones, por alejado que eso fuese, en 2009 se le dedicó este argumento: "Es propio de acomplejados y mediocres proponer al menos malo, sobre todo porque los partidos podrían elegir a candidatos mejores".
"¿Acomplejado y mediocre?... ¿Me estás hablando a mí?"
Si fuese así, existen dos posibilidades: o bien un partido o algunos partidos pierden más votos que otros, o bien todos los partidos son igualmente afectados por la pérdida de votos. Analicé formalmente ambas posibilidades a fin de estimar qué partidos podrían verse beneficiados. A continuación, les platico lo que me encontré (a quien le intrese la maremática del asunto, y no tanto los ejemplos, puede revisar este documento).
En la campaña por anular el voto hay elementos moralistas y antipolíticos que son muy semejantes a los del discurso político de López Obrador, y esto explica su reacción. Esta afinidad hace pensar que buena parte de los anulistas en principio es más propensa a votar por Morena. Si este fuera el caso, es obvio que Morena resultaría perjudicado de la convocatoria a anular el voto. Pero el argumento de López Obrador no es tanto quién pierde, sino quién se beneficia, y resulta que en esto me veo obligado a darle la razón.
Lo que me hace sentir un poco raro
Cuando un partido pierde votos no sólo se reduce su propio porcentaje, sino que aumenta el de los demás. Esto es una obviedad. Pero el caso es que no todos se benefician por igual: mientras más votos tenga un partido, mayor es el crecimiento en su porcentaje como consecuencia de la reducción en los votos de otro partido.
Digamos que hay 100 electores y 30 piensan votar por el PAN, 34 por el PRI, 13 por el PRD, 11 por el PVEM y 11  por Morena. Los porcentajes son esos mismos. (Esto es, a grandes rasgos, consistente con los resultados de la última encuesta de Parametría, una vez que se eliminan todas las demás respuestas, incluyendo las de los partidos que no alcanzarían el umbral). Digamos que la campaña por el voto nulo convence a 10 personas de anular el voto, y todas esas personas son de las que pensaban votar por Morena. Los porcentajes quedarían así:
 
Efecto de voto nulo cuando pejudica a un partido (%)

Sin votos anulados
Morena pierde 10
Diferencia
PAN
30
33.3
3.3
PRI
34
37.8
3.8
PRD
13
14.4
1.4
PVEM
11
12.2
1.2
MORENA
12
2.2
-9.8
 
El incremento mayor en el porcentaje es para el PRI y después para el PAN, que conjuntamente ganan 7.1 de los 9.8 perdidos por Morena.
Este es una caso extremo, porque en la práctica si una campaña  por el voto nulo es exitosa, es posible que todos los partidos perderían algún porcentaje de su propia votación. Pero el heccho sigue siendo que los partidos más grandes se benefician en mayor medida de la reducción de los demás. A un mismo porcentaje de votos perdidos, este efecto se ve magnificado cuando el partido que pierde votos es más grande, pero se ve disminuido cuando la proporción de votos perdidos es mayor.
Ahora consideremos el caso de que el voto nulo afecta a todos los partidos por igual. Se me ocurren dos posibilidades. En una, todos los partidos pierden la misma proporción de votos. En esta situación (que corresponde a que todos los ciudadanos tienen la misma probabilidad de votar nulo, independientemente del partido al que pertenezcan), el voto nulo no hace daño. Si, digamos, todos los partidos pierden el 5% de sus votos, la distribución porcentual de los votos unas vez descontada esta pérdida es exactamente igual a la anterior a la campaña anulista.
Otra posibilidad es que cada partido tiene la misma probabilidad de perder un voto. Si todos los partidos son iguales, no hay razón para esperar que ninguno de ellos sea más eficiente en retener un voto, y, por lo tanto, se espera que todos pierdan la misma cantidad. Como el peso de un voto no es igual para cada partido, ya sabemos que esto es un caso especial de la situacion de pérdida porcentual ya considerada. Sin embargo, vale la pena analizarla aparte porque es una situación consistente con la aparente neutralidad pretendida en la campaña a favor del voto nulo.
El resultado es que aumentará el porcentaje de los partidos cuya cantidad de votos iniclaes sea myaor al promedio de votos del resto de los partidos; para los partidos cuya cantidad de preferencias inicales sea menor al resto, el porcentaje se reduce.
Aquí un ejemplo. La gráfica presenta, con los mismos datos de la primera columna del cuadro anterior, los porcentajes de los partidos cuando todos los partidos pierden un voto, dos votos, tres votos, etc.

Cuando todos los partidos pierden la misma cantidad de votos, el PRI es el partido más beneficiado. Digamos que todos los partidos (el PRI incluido) pierden 10 votos: el PRI pasa del 34 al 48 por ciento, una ganancia de 14 puntos. Si embargo, no es el único beneficiado. Los 34 votos que, en el ejemplo, tiene el PAN inicialmente, son más que los 17.5 votos que los otros partidos tienen en promedio. Por lo tanto, también se beneficia de la reducción generalizada de la cantidad de votos, si bien en menor medida: su ganancia es de 10%. En cambio, los 13 votos del PRD son menos que promedio del resto de los partidos, que es 21.8. De ahí su pérdida de 7 puntos porcentuales cuando todos pierden 10 votos. (No se lleve muy lejos la interpretación de este resultado, que es meramente ilustrativo. Recuérdese que se trata de un electorado de 100 personas).
Entonces, aún cuando los votos nulos no son una transferencias de votos de un partido a otro, generan cambios desiguales en la proporción de votos de cada partido, incrementando la proporción de los partidos más grandes. Como estas proporciones se usan para calcular las diputaciones que se asignan por representación proporcional, los votos nulos tienen consecuencias sobre la distribución del poder politico.
El movimiento anulista parte del hecho de que todos los partidos merecen un castigo. Sin embargo, en lo que se refiere a la representación proporcional, no castiga a todos los partidos por igual. De hecho, en realidad premia a partidos muy específicos.
Para que el voto nulo no favorezca a los partidos grandes y perjudique a los partidos pequeños, se tiene que dar una de las siguientes condiciones:
1) Que el voto nulo no provenga de quienes votarían por algún partido.
Si proviene de quienes votarían por algún partido,
2) que afecte a todos los partidos en igual proporción.
Si no afecta a todos los partidos en igual proporción,
3) que afecte desproprocionadamente a los partidos grandes y muy poco a los pequeños.
Las tres condiciones parecen muy poco viables. Si el ordenamiento en la elección es como se ve hoy, el PRI sería el principal beneficiario del voto nulo. Esto tiene que ver con que es el partido más grande en términos de votos y no con que sea el partido en el poder: por un lado, también se beneficiará el PAN; por el otro, el Verde, aliado del PRI, sería perjudicado. Sería un error atribuir esto a un sesgo en la fórmula: es una hecho matemático que estará presente en toda fórmula que asigne escaños en función de la proporción con respecto a los votos válidos. Entonces, tal vez los anulistas deberían pensar más en las consecuencias efectivas de sus acciones que en la dudosa didáctica del voto en blanco o el valor expresivo de su voto. No creo que quienes promueven esta opción estarían de acuerdo en que fortalecer la representación del PRI y el PAN es precisamente un castigo para el conjunto del sistema de partidos.
"Eso les enseñará"



PS1: Continuando con la promoción del voto nulo, Crespo comenta este post en su columna de El Universal. Presenta datos de la encuesta de salida antes mencionada que muestran que en 2009 se cumplió alguno de los supuestos antes mencionados para que el voto nulo no favorezca a los partidos grandes. Hice mi propio ejercicio y encontré que, en esa elección, para los electores con el perfil que más favorce al voto nulo (en general, odiar al PRI y no percibir diferencia en qué partido gobierne), la acción más probable era la abstención. Así que, con este resultado provisional, coincido con Crespo en que en 2009 el voto nulo no necesariamente favoreció a los partidos grandes.
PS2: Su primer párrafo también me hizo pensar en algo, que debía haber mencionado: si realmente crees que todos los partidos son iguales, no tendría que importarte si, como consecuencia del voto nulo, el PRI se queda con ningún escaño o con todos. Has desarrollado un daltonismo partidista que te impide ver las diferencias.
PS3: En este post de Animal Político se presenta evidencia que, afirman los autores, muestra que es "una mentira" que el voto nulo favorece al PRI. A mi juicio, la evidencia presentada nos indica que los cambios en el porcentaje de voto nulo en los distritos no están asociados con el cambio en el porcentaje del voto del PRI (o el porcentaje del voto del PRI o el triunfo del PRI) en los distritos. No tengo idea de exactamente con quién se discute aquí y la forma de analizar los datos es bastante arbitraria. Como quiera, esta evidencia no puede ser aplicada al argumento que exponemos aquí. El efecto aritmético no se refiere al efecto del porcentaje del voto nulo en los distritos. Más bien, se refiere al efecto que tiene el voto que es anulado en lugar de ser depositado por algún partido, y ese efecto es el de aumentar el porcentaje de todos los partidos distintos al perjudicado por esa opción, y este beneficio es mayor para los partidos más grandes. Aplicar los resultados de agregaciones a comportamientos individuales es incurrir en lo que se conoce como "falacia ecológica".












lunes, 23 de marzo de 2015

Guía breve para quitarle votos al Partido Verde

El Partido Verde Ecologista de México (PVEM) tiene una cosa inexplicable, un atributo muy suyo, que es el de despertar el más profundo odio entre la gran mayoría de los intelectuales. Por motivos muy diversos, parece ser el representante de la política, más que pragmática, cínica. Si les dijera que el lema que mejor define al PVEM es “Así soy, y qué”, pocos estarían en desacuerdo.
Yo, en lo personal, comparto algo de este odio colectivo (siendo "colectivo" el reducido grupo de las clases medias educadas e interesadas en la política). Me explico. En lo esencial, no me queda muy clara la magnitud de la distancia ética que separa al Verde del Partido del Trabajo o de Movimiento Ciudadano, o al Niño Verde de Martí Batres. Sin embargo, hay algo emocional en mi formación clasemediera que no responde bien al perfil del grupito que está cargo de ese partido.
Sencillamente no puedo con este gabinete
Entonces, me sumo a la preocupación ante lo que parece que será un desempeño electoral más que satisfactorio. Según esta encuesta publicada hoy (23 de marzo), la intención de voto del PVEM está al nivel de la que tienen el PRD y Morena, por lo que no es descabellado pensar que el Verde podría llegar a desbancar al PRD como el tercer partido del país.
Sin embargo, en el vendaval de críticas que se han dado como manifestación de esta preocupación, no veo realmente argumentos sólidos. En general encuentro una reiteración de la indignación moral que ya nos produce este partido. Hay muchas críticas a su estrategia "electorera" de enumerar las promesas que hizo y cumplió, así como a la ilegalidad de la misma estrategia. No me parece sólido. Por un lado, en sí mismo no hay nada de malo en hacer promesas en una campaña y después publicitar que esas promesas se cumplieron. De hecho, a un par de quienes hacen estas críticas les preguntaría por qué exgen que los gobernantes cumplan las promesas que hicieron como canidatos, pero si es justamente el Verde quien hace eso, entonces está mal. Sobre el grado en que ésta estrategia es "electorera", mi pregunta es ¿y cuál no?
Esperando al partido que NO haga las cosas para ganar votos
Mucho más importante: el que la motivación sea electoral no hace que la propuesta sea mala ni que sea malo cumplirla.
El asunto de la legalidad parece una crítica más certera, pero todo parece indicar que, si se atiende a los hechos y no tanto a quien los hace, no es tan incontrovertible que la campaña sea ilegal. La legislación electoral tiene lagunas y ambigüedades que el equipo legal del Verde detecta y aprovecha para transmitir su mensaje. Entonces, no se trata tanto de una estrategia ilegal como de una marrullera.
"¿Emilio? Oye, otra vez necesito que me ayudes con un caso..."
El punto es que, si uno no tiene tan claro que Partido Verde es el malo de la película, todos estos nobles esfuerzos por convencer a la gente de que no vote por el Verde sencillamente no son convincentes. No están bien dirigidos. Son argumentos pensados desde la profunda antipatía hacia ese parttido y que son muy bien recibidos por quienes comparte esa antipatía. Por lo tanto, el daño electoral de estos argumentos es nulo.

Si odias al partido Verde, lo primero que tienes que hacer es dejar de asumir que la gente tiene las cosas tan claras como tú. Es más, si odias al Partido Verde tanto como para quitarle votos, tienes que aceptar que hay gente que no piensa como tú, a tal grado que podría votar por el Verde. Es necesario explorar las motivaciones de este voto, y dirigir nuestro argumento a esa motivación.
Primero están quienes votan por el Verde porque con ese partido se identifican. Ese voto es impermeable al razonamiento. Piénsalo: es gente que siempre, para todas las elecciones, vota por el mismo partido, sin importar quién es el candidato, ni si el partido en el gobierno lo hizo bien o mal, ni nada. En realidad, no tengo argumentos para quienes votan así porque no tengo la más mínima idea de cómo piensan.

"Votamos por nuestro partido porque es nuetro partido"
Afortunadamente para nosotros, el Partido Verde es un partido relativamente reciente y que no tiene mucho trabajo de bases, por lo que no es de esperar que haya desarrollado adhesiones emocionales de este tipo en gran cantidad. Para la mayoría de los electores del Verde, existen razones por las que piensan votar así.
Como odias al Verde, es posible que saltes directamente a la explicación favorita en este caso: están desinfomados. Paciencia: ya llegaremos a eso. Antes de la desinformación, hay al menos dos razones posibles por las que gente informada podría votar por el Verde:
Cumplimiento de promesas: Empecemos por el target de la propaganda. Es posible que exista gente que considera que los buenos políticos cumplen sus promesas.  Con la campaña, esta gente podría concluir: "si estos cuates cumplen promesas, entonces han de ser buenos políticos". En el momento en que, por tu odio al Verde, te esfuerzas en argumentar que, por alguna razón muy complicada, de alguna forma es malo lo que hace el Verde cuando cumple sus en ese momento mordiste el anzuelo del razonamiento defectuoso al que nos invita el Verde. En vez de hacer esos malabarismos, yo lo que haría es comenzar por aceptar lo que todo el mundo tiene por cierto: que, efectivamente, los buenos políticos cumplen sus promesas. Y a continuación, corresponde aclarar que de eso no se sigue que lo inverso sea cierto, que todo el que cumple promesas necesariamente es un buen político. Cumplir promesas está bien, pero no es suficiente. Hay otras cosas que, junto al cumplimiento de promesas, son indispensables. Por ejemplo, aparte de su voto en las leyes referidas exclusivamente a sus promesas, ¿cómo ha sido su votación en las otras leyes? Si ha votado a favor de leyes claramente opuestas al bienestar de la mayoría, o en contra de leyes claramente favorables al bienestar de la mayoría, entonces los políticos del Verde no son buenos políticos, aunque cumplan sus promesas.
Acuerdo programático. No me refiero a acuerdo ideológico. En mi experiencia, no hay nadie que sea un ecologista a conciencia y que vote por el Verde. No me meto en si las razones son buenas o malas, sino que tomo el hecho como se da. Por ese motivo, una situación así la consideraré más adelante, para el caso de los electores desinformados. Más bien, se trata de electores que están de acuerdo con  las medidas como el vale de medicinas, la pena de muerte a secuestrados o las cuotas de las escuelas. Para convencer a este tipo de público, definitivamente NO te sugiero intentar convencerlos de que hacen mal queriendo esas cosas, que están engañados o manipulados y que deberían querer otra cosas (a menos que tengas mucha experiencia y talento convenciendo a la gente de que es tonta). Me parece que una forma de empezar sería acordando con este grupo uno o dos temas que podrían ser vistos como causas de que uno no encuentre medicinas o se paguen cuotas en escuelas públicas (el sistema educativo, la corrupción, etc.) Esto es un paso peligroso, como siempre que vamos de cosas concretas (cuotas) a entidades abstractas (El Sistema). Pero dado este paso, el argumento es que, si fuera por Verde, jamás se solucionarían esos problemas que son la causa de que necesitemos leyes para vales y contra las cuotas. Esto tiene que hacerse bajando de nivel con ejemplos de votaciones del Verde que indiquen cómo, en realidad, han contribuido a perpetuar los problemas. Por supuesto, a continuación corresponde mostrar que al menos un partido distinto al Verde (y supongo que al PRI) lo haría mejor en ese terreno.
Ahora se puede pasar al grupo de electores desinformados. Alguna vez un amigo me comentó que un estudio encargado por los propios Verdes encontró que la mitad de sus electores toma la decisión de voto en la casilla. Aunque no es la única razón para decidir el voto en ese momento, es altamente probable que se trate de un elector que carece de información suficiente como para llegar con una preferencia clara. Para este tipo de electores, el logo y el nombre cumplen una función informativa. Si yo no sé nada, ver en la boleta un partido "Verde" con animalitos puede ser indicativo de que se trata de un grupo de gente que se encarga de una causa que parece bastante noble. Algo bueno tendrá.
La desinformación se combate con información. Una parte de la información disuasiva en este caso está dada por el hecho de que, si alguien odia más al Verde que los intelectuales, ese alguien es las organizaciones ambientalistas, que explícitamente han dicho que el PVEM no es ecologista y, más aún, que en ocasiones ha actuado en contra del medio ambiente. Algunas de esas organizaciones son muy identificables, como para sonarle familiar a los no informados. Destacadamente, Greenpeace ha sido muy crítica con la actitud efectiva del PVEM hacia el medio ambiente.
"Al PVEM le importa más la publicidad que el medio ambiente"
Otra forma menos vaga de disuadir es recurrir al patrón de votación del PVEM en temas ambientales. Si las iniciativas que propone son triviales, contraproducentes o inexistentes. También podría ser el caso que las iniciativas que genuinamente son más efectivas para promover un medio ambiente más limpio no fueron presentadas por el Verde o, mejor para nuestra causa del odio, el Verde se opuso a ellas. No es que a los desinformados les preocupe muchísimo el medio ambiente. El sentido de la nueva información es aniquilar el el efecto del logo, que es comunicar que se trata de un partido que dice preocuparse por una causa que parece noble, por lo que algo bueno debe tener. La información te dice: realmente no le preocupa. Si tiene algo bueno, no es la onda ecológica (y este elector no sabe qué otra cosa podría ser).
Hasta aquí llegué. Espero que, si odias al Verde tanto como para quitarle votos, dejes de convertir a los convertidos y sigas mis consejos. Son indicaciones generales: tú tendrás que encontrar los ejemplos concretos. Y si no puedes encontrar ejemplos en los que el PVEM se haya comportado contra los intereses de la mayoría o contra las soluciones para los problemas más graves del país o contra la protección del medio ambiente, entonces la pregunta es por qué odias tanto al verde. Pero si ese es el caso y persistes en el odio, entonces no hay que perder el tiempo en argumentaciones racionales. Junta dinero y encárgale a unos publicistas que hagan todo lo posible por vincular al Verde con esta imagen:





O con esta: