miércoles, 3 de junio de 2015

El voto nulo como voto de castigo

El llamado a anular el voto hecho por un grupo de intelectuales mexicanos ha tenido algún impacto en la discusión pública, al grado de generar un debate sobre qué hacer en las elecciones cuando hay descontento con el funcionamiento del sistema político. Tal como se han dado los argumentos, el debate se presenta como una alternativa entre el voto nulo y el voto de castigo. Los argumentos de ambas partes están muy bien representados en esta mesa de debate:

El intercambio ilustra una constante del debate que es que a veces parece que las partes hablan idiomas distintos. En particular, en este vídeo llama mucho la atención como una defensora del voto nulo realmente no entiende cuál es lógica que subyace en el argumento del promotor del voto de castigo.
"Es que nunca lo escuché cuando estuvimos en Los Pinos"

El desacuerdo es menos entendible si se toma en cuenta que ambas posturas parten de la misma premisa: no importa cuál sea su partido político ni su ideología, los gobernantes son propensos a abusar de su cargo a costa de los intereses de los electores.
A partir de esta premisa, la postura del voto de castigo es la siguiente: si votas por el partido del gobierno cuando sus resultados son buenos, y votas por la oposición cuando los resultados son malos, los gobernantes harán lo que esté a su alcance para evitar la sanción electoral que los expulse del poder por su mal desempeño.
Nótese que el voto de castigo es consistente con la idea de que los políticos son unos sujetos que por sí mismos no van a gobernar bien, y por lo tanto hay que imponerles un costo al mal desempeño.
En cambio, los anulistas no son capaces de explicar por qué esos políticos tan venales súbitamente recapacitarían y cambiarían su actitud  frente a un evento que no les impone ningún costo (o sea, el voto nulo).
O bueno, a la mejor lo estuvieron platicando en Los Pinos
Pero, por otro lado, un supuesto implícito del argumento del voto de castigo es que a los ciudadanos sólo les importa tener un buen gobierno, y en consecuencia son indiferentes a qué partido esté en el poder ni cuál sea su programa de gobierno.
Para ilustrar el comportamiento del voto de castigo utilizo los resultados del análisis de una encuesta post electoral correspondiente a las elecciones presidenciales de 2012 (ver detalles al final). El grado de voto de castigo será evaluado como el cambio en la orientación del voto que se registra en los individuos como consecuencia del paso de estar de acuerdo con la forma en que gobierna Calderón a estar en desacuerdo.
Para medir las orientaciones afectivas hacia los partidos, se usa la respuesta que dan los encuestados cuando les pregunta qué tanto les gusta cada partido en una escala de 0 a 10.
En la siguiente gráfica se presenta, para los ciudadanos neutrales hacia los tres partidos (a los tres le asignan una calificación de 5), la probabilidad de haber votado por los candidatos de cada uno de los partidos, así como de haberse abstenido y de haber anulado el voto. La primera barra representa la probabilidad cuando se está de acuerdo con el gobierno de Calderon, y la segunda barra representa la probabilidad cuando se está en desacuerdo. Se controla por diversos determinantes del voto.

El paso de una buena a una mala evaluación del gobierno se convierte en una reducción  de 9% en la probabilidad de voto por la candidata del PAN. Esta reducción beneficia de manera casi integra la oposición: la probabilidad de voto nulo no cambia significativamente y la probabilidad de abstrención se reduce. Así es como se supone que debe operar el mecanismo del voto de castigo.
El hecho de que el principal beneficiario del voto de castigo haya sido López Obrador y no Peña Nieto es interesante en sí mismo.  Una posibilidad es que los electores que castigaron al PAN hayan percibido diferencias importantes entre los dos candidatos de la oposición.
Sin embargo, el supuesto de neutralidad hacia los partidos políticos no necesariamente corresponde a la forma en que éstos son percibidos por la mayoría los electores. Por ejemplo, en México mucha gente orienta su voto a partir de su identificación partidista, lo que en la mayoría de los casos significa que se tienen orientaciones afectivas positivas hacia un partido determinado que son acompañadas de valoraciones negativas hacia los demás partidos. Por otro lado, los electores antipartidistas pueden definirse como aquellos que tienen orientaciones negativas hacia todos los partidos.
Si se tiene una mala opinión de un partido político determinado, resultará muy difícil otorgarle el voto a ese partido aún si deseo castigar al partido en el gobierno por su mal desempeño
Veamos hasta qué grado es así.
Las siguientes gráficas presentan el cambio en la probabilidad de voto cuando le valuación del gobierno de Calderón pasa de buena a mala para cada uno los niveles de valoración del PAN. De igual forma, se trata de una situación en la que se tiene la peor valoración tanto del PRI como del PRD. Así, el extremo izquierdo de la gráfica representa a los electores que tienen actitudes anti partidistas (opinan mal de todos los partidos), mientras que el extremo derecho representa a los identificados "puros": aquellos que tienen la mejor opinión del PAN y la peor opinión del PRI y el PRD.
Primero se muestra el cambio en la probabilidad de voto por Josefina Vázquez Mota y el cambio en la probabilidad de voto por López obrador (como en todos los valores el cambio en la probabilidad de voto por Peña Nieto es minúsculo o no significativo, se omite de la gráfica).

En los niveles centrales, que corresponden a una relativa neutralidad hacia el PAN, es cuando la probabilidad de voto por Vázquez Mota se ve más afectada por una evaluación negativa del gobierno. En cambio, en los extremos de peor y mejor opinión del PAN la probabilidad de voto por Vázquez Mota es menos sensible al cambio en la valoración del gobierno.
La probabilidad de voto por López obrador aumenta cuando la valoración del gobierno empeora, pero este efecto se da fundamentalmente entre quienes tienen muy mala opinión del PAN y quienes son indiferentes hacia este partido. Esto nos dice que López Obrador como figura logró, a diferencia de Peña Nieto, poner una distancia con respecto a su partido y así beneficiarse del voto de castigo. Sin embargo, esto no ocurre cuando los electores tienen sentimientos positivos hacia el PAN.
En la segunda gráfica, se muestra para las mismas situaciones de la primera el cambio en la probabilidad de abstenerse y de anular el voto cuando se pasa de una buena a una mala opinión del gobierno de Calderón.
En el extremo correspondiente a las orientaciones antiparidistas, vemos que la valoración negativa del gobierno se acompaña de una reducción de la probabilidad de votar y un incremento en la probabilidad de votar nulo. Para valores superiores en las orientaciones afectivas hacia el PAN, el cambio en la probabilidad de abstenerse deja de ser significativo. La probabilidad de anular siempre aumenta, aunque de manera cada vez más reducida a medida que la valoración del PAN se va haciendo mejor.
En conjunto, las dos gráficas nos presentan el siguiente panorama:
  • Entre los electores antipartidistas, típicamente propensos al abstencionismo, el juicio negativo de la gestión indujo a la participación electoral en favor principalmente del voto nulo y, en menor medida, del voto por López Obrador.
  • El rechazo a su partido de origen pone un límite al grado en que López Obrador se beneficia electoralmente de la mala opinión de la gestión presidencial.
  • Entre los electores identificados con el PAN, la mala evaluación del gobierno tiene un impacto reducido. Sin embargo, en la medida en que lo tiene, la mala opinión del PRI y del PRD impide que se beneficie alguno de sus candidatos. La reducción en la probabilidad de voto de Vázquez Mota inducida por la mala evaluación del presidente se convierte de manera íntegra en un incremento en la probabilidad de voto nulo.
Desde cierto punto de vista, la oposición entre voto nulo y voto de castigo no es tan extrema como puede parecer inicialmente. Si se considera al cambio en el voto inducido por una mala evaluación de la gestión, tenemos estas posibilidades: 1) entre los electores neutrales hacia los partidos aumenta la probabilidad de voto por la oposición (el voto de castigo tradicional), 2) entre los electores antipartidistas y los identificados con el partido en el gobierno aumenta la probabilidad de voto nulo. El voto nulo es el voto de castigo de los antipartidistas y los identificados.
Para hacer sentido de las posturas de quienes hoy rechazan el voto de castigo en favor del voto nulo, parece más apropiado pensar en ciudadanos con profundas aversiones hacia los partidos políticos que en ciudadanos exclusivamente orientados a la mejora de los resultados del gobierno. Pero podría añadirse un poco más. Honestamente no creo ser abusivo si afirmo que una buena parte de los actuales anulistas se ubica en la izquierda ideológica. Muchos de ellos hasta hace poco tenían actitudes filo-perredistas o abiertamente militaban en este partido. Adicionalmente, el anulista típico tiene una mala opinión del desempeño del gobierno y su valoración de los partidos de la derecha es mala.
En la medida en que se me conceda esta caracterización, cabe preguntarse si no estamos en un caso en el que, para efectos prácticos, los verdaderos "castigados" son los partidos de izquierda, que por algún motivo vieron disminuido el afecto que estos personajes tuvieron por ellos en algún momento. Aunque hablen de un rechazo al sistema de partidos, si mi argumento es correcto el PRI y el PAN jamás estarán contemplados entre sus opciones de voto. Por lo tanto, en cuanto este grupo deja de ver al PRD (y a Morena) con buena disposición, se queda sin alternativas para destinar su voto en situaciones de mal desempeño.
En las elecciones del 2012, un perfil similar al de los promotores del voto nulo estuvo dado por los electores que valoraban negativamente al PAN y al PRI (con 0) y se manifestaban en desacuerdo con la gestión de Calderón. Un cambio como el experimentado por los anulistas sería pasar de valorar razonablemente bien al PRD (con calificación de 7) a valorarlo con calificación de 0; es decir, de tal forma que el PRD es "uno más" con sus competidores. Este cambio en la valoración del PRD representa una reducción 73% en la probabilidad de votar por López Obrador y un incremento de 35% en la probabilidad de abstención, 23% en la probabilidad de voto nulo y de 14% en la probabilidad de voto por el PRI.
Entonces, lo que observamos en los anulistas es más o menos lo que cabe esperar dadas la circunstancias por las que atraviesan. El llamado al voto nulo sería una estrategia de un grupo de intelectuales para coordinar sus acciones con electores de perfil similar al suyo, a fin de transferir votos de la tendencia predominante entre ellos (la abstención) a la segunda opción más socorrida: el voto nulo, considerado más cívico.
Sin embargo, en este caso vale la pena prestar atención no tanto al cambio en las probabilidades de voto, como a las probabilidades representadas por cada situación.

En el cambio de opinión sobre el PRD, la probabilidad de voto por López Obrador desciende a la par que lo más probable es el voto nulo o la abstención. Sin embargo, si se considera sólo los votos que serán tomados en cuenta para determinar el ganador, vean quién, súbitamente, vuelve a estar en la pelea.



Nota: Véase aquí para los comandos en Stata utilizados para generar las variables, el modelo de análisis y las distintas simulaciones.
 







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