Ayer, 14 de abril de 2019, falleció Larissa Adler, antropóloga multinacional que hizo gran parte de su carrera en México. Es una gran pérdida para las ciencias sociales y, en lo personal, para quienes tuvimos el privilegio de conocerla.
En 2012, con motivo de sus 80 años, la UNAM celebró un homenaje en el que participamos amigos y colaboradores. Reproduzco el texto que preparé entonces, recordando a quien tuvo la gentileza de ser mi mentora y maestra.
En el año de 1996, por recomendación de una amiga común, Julieta Remedi, ingresé a trabajar como asistente de investigación de Larissa Adler-Lomnitz. En esos momentos estaba concluyendo mis estudios de licenciatura en ciencias políticas en la UNAM. Como tantas otras personas, conocía a Larissa por ser la autora de un libro que dan ganas de devorar con tan sólo leer el título: Cómo sobreviven los marginados. En esos cerca de dos años en que estuve con Larissa, escribimos un artículo sobre la práctica de la abogacía en México. Tiempo después, en 2003, volví a trabajar con ella a fin de hacer un análisis detallado y comprensivo del material etnográfico y las entrevistas que recogió durante la campaña de Carlos Salinas de Gortari. En ambos casos, se trató para mí de experiencias formativas.Para expresar en qué sentido, recupero una imagen tengo muy grabada y tiene que ver con la manera en que trabaja Larissa. Se trata de Larissa y yo sentados juntos, ella a la derecha, frente a la computadora. Estamos escribiendo algo. Lo que generalmente hacíamos era un trabajo muy minucioso, pues se trataba de discutir la idea general y luego buscar, frase por frase, su expresión y desarrollo adecuados. Me gusta la imagen porque habla de una forma de trabajar muy personal, en comparación con la alternativa de enviarnos un borrador por correo electrónico para que cada quien lo revise por su parte. Pero más importante, la imagen se parece mucho a la de una lección de piano. El símil es preciso, porque en estas sesiones Larissa me transmitía el oficio del científico social mientras lo íbamos practicando.Es inevitable para mí, al pensar en la adquisición de los secretos de una profesión, derivar en La formación del científico en México, mi favorita entre las obras de Larissa, y que sostiene que la transmisión de las normas y valores de la disciplina es tanto o más importante que la enseñanza técnica en el entrenamiento del científico. Estas normas y valores vienen a ser representadas y encarnadas por la figura del tutor. No puedo resistir la tentación de asimilar mi propia experiencia con Larissa a la revelada por esta investigación.Muchas de las lecciones que aprendí con Larissa me han ayudado en la práctica, pero la mayoría de ellas son un ideal al que aspiro: características que espero adquirir con la imitación consciente.La primera se refiere al dominio de la disciplina. Cuando empezábamos a escribir Simbolismo y ritual en la política mexicana, recuerdo que me encontraba en un callejón sin salida. Me había llevado el archivo de notas de campo de la campaña de Salinas de Gortari con el fin de ponerles orden y hacer una propuesta de esquema para el libro. El problema es que la información era tanta y tan variada que no encontraba la forma de sistematizarla. Cuando creía tener algo, me daba de narices con una multitud de hechos que no se amoldaban a las categorías que había ideado con lo revisado previamente. En fin, tras dos semanas de intentos, no tenía nada y me fui al cubículo de Larissa a comunicarle toda mi frustración. Me acuerdo que me escuchó y me tranquilizó, después nos sentamos frente a la computadora y tomó del archivo una hoja con notas al azar. A partir de esa hoja comenzamos a redactar y los pedazos que se sumaban poco a poco se iban ajustando a un argumento que parecía que siempre estuvo ahí. Todavía me parece cosa como de brujería. Por supuesto, estaba presenciando un despliegue de lo que llamamos “oficio”. Larissa sabe qué hacer con la información empírica, cómo tratarla y cómo entretejerla con otras piezas de información. Como ocurre con los músicos virtuosos, la ejecución parece fácil, pero en realidad no lo es. Se trata de la práctica respaldada por el dominio pleno sobre el arte, que indica los pasos necesarios para salir con gracia de lo que para otros es un atolladero.La antropología es la ciencia del detalle y de la descripción densa. Al abordar la cultura en todas sus manifestaciones, la antropología se especializa en retratos de lo único, lo irrepetible. Larissa, claramente, se sitúa en lo mejor de esta tradición. Sin embargo, también es más. El compromiso antropológico con la singularidad puede resultar en el rechazo a la generalización y la dificultad para detectar patrones en el comportamiento. En cambio, Larissa supo combinar la minuciosidad en el registro empírico con la perspectiva teórica a partir de un conjunto de postulados sobre la naturaleza de las relaciones en función de la distancia social. La capacidad para observar la sustancia común a las relaciones sociales más allá de las variedades otorgadas por el lugar y el momento, proporcionaron a los estudios de Larissa una enorme versatilidad. Algunos de los grupos analizados y explicados por Larissa son empresarios, científicos, políticos, sector informal, marginados, abogados, profesores y artistas. Pues Larissa no es experta en un grupo social en particular, sino en los tipos de relación que se dan en todos los grupos sociales. La lección aprendida aquí es que, armado con el instrumental conceptual adecuado, se puede ser ambicioso, en el sentido de dejarse guiar por la curiosidad para observar lo nuevo y lo desconocido.En esta pulsión por explorar siempre nuevos terrenos, por iniciar proyectos que le representen una novedad, de Larissa se debe decir que viaja acompañada. Aunque la obra de Larissa es distintiva y tiene una unidad identificable, buena parte de ella es una obra en colaboración. Aquí se unen dos características de las que varios aquí nos hemos visto beneficiados. Una es que Larissa percibe como parte de sus responsabilidades la de promover la carrera de investigadoras e investigadores jóvenes. Tanto con tesistas como con asistentes de investigación, Larissa siempre ve la forma de promover e impulsar a quienes inician sus carreras. Gracias a esta actitud, por ejemplo, mi primera publicación académica fue en los Estados Unidos y firmando con una académica de renombre. Bastante bien si se toma en cuenta que no había concluido la licenciatura.Así, existe un elemento de generosidad pura en esta proliferación de colaboraciones. Sin embargo, también es cierto que Larissa cree en los beneficios de la interdisciplinariedad, que muchos predican pero pocos practican. En buena medida, la riqueza y la variedad de los terrenos explorados por Larissa se debe a su disposición para abordar sus proyectos sumando conocimientos, habilidades y las herramientas de distintos campos disciplinarios. Así, en su obra se combina la antropología con la historia, la sociología, la psicología… En mi propia experiencia, tuve la suerte de participar en un proyecto en el que se combinaron la antropología, la ciencia política y las ciencias de la comunicación.La generosidad de Larissa está muy unida a otra característica que, a mi juicio, es también una habilidad de la investigación. Su carrera ha sido muy exitosa, su investigación es ampliamente citada y ha recibido una cantidad de premios y reconocimientos que resulta difícil enumerar. Se trata de una investigadora de élite. En otro tipo de personalidad, esto sería motivo de vanidad y soberbia. Larissa, por el contrario, establece relaciones horizontales y privilegia la calidez en el trato. En la investigación, esto representa diversas ventajas. En primer lugar, porque para un antropólogo con estas características es más fácil establecer rapport con sus entrevistados. Se le da natural. En segundo lugar, porque al trabajar con ella nunca se siente que el peso de la reputación obstaculice el flujo de ideas: su estilo es el trato respetuoso entre colegas, en el que todas las alternativas son consideradas por sus méritos antes de decidir.El trabajo duro es una condición del trabajo bien hecho. Y Larissa es una trabajadora incansable. No es exagerado decir que Larissa lleva el cubículo consigo. O al menos que en buena medida su departamento es una extensión de su cubículo. Esa capacidad de trabajo puede tener diversas fuentes: la disciplina, la energía o la simple falta de alternativas para pasar el tiempo. En el caso de Larissa, me parece, el origen es un genuino amor por su profesión. Yo siempre he visto a Larissa personalmente involucrada con sus proyectos. Sus avances, ideas y hallazgos son parte constante de su conversación; al momento de trabajar, toda su atención está puesta en la hoja de papel; no habla de otra cosa que no sea el documento que se está redactando. Y no se le nota cansancio ni se la descubre distrayéndose. Es que se está divirtiendo. Este sentido del goce con la actividad de la investigación es, más allá del oficio, la disposición de herramientas teóricas, la habilidad para establecer relaciones de cooperación y la sencillez, el ingrediente final para tener una obra de excelencia.Estos son, pues, algunos de los elementos de la profesión de científico social que me transmitió Larissa en mi formación. Debo añadir que, a diferencia de esos pobres muchachitos de biomédicas, mi experiencia estuvo exenta de sufrimiento. Disfruté enormemente mi trabajo con Larissa, y siento que mi aprendizaje fue más amplio que el resultado de las investigaciones que nos ocuparon. Y siempre que pienso en la práctica de la ciencia social que disfruto, en la ciencia social como vale la pena, no me vienen a la cabeza las normas de orden metodológico a las que sin duda adhiero, sino una imagen: somos Larissa y yo, sentados frente a una misma computadora, escribiendo algo que nos guste.